lunes, 22 de julio de 2013

JORNADAS MUNDIALES DE LA JUVENTUD - RIO DE JANEIRO julio 2013


Jóvenes peregrinos cantaron consignas en la playa Ipanema en la víspera de la llegada del Papa.

Francisco trae el evangelio social


 Por Eduardo Febbro * ( P12   22.7.2013)

Desde Río de Janeiro
Una marea de algarabía, juvenil, explosiva en su manifestación de la alegría, con guitarras y cantos y mochilas a veces más grandes que los cuerpos que las soportan. El aeropuerto de Río de Janeiro es un desfile interminable de jóvenes que llegan del mundo entero, envueltos en banderas y en abrazos, cantando a la fe a capella o con guitarras. La hora es a la vez grave e inmensamente festiva. Las Jornadas Mundiales de la Juventud que empiezan esta semana en Brasil fijarán el rumbo oficial del mensaje que dará el papa Francisco en el curso de su primera salida internacional. Una cita que suena como un modelo de su naciente papado. Atrás quedaron las purgas orquestadas por Juan Pablo II contra la Teología de la Liberación, los curas pedófilos, la corrupción en el seno del banco del Vaticano, el IOR: ha llegado –dicen los jóvenes que acuden a Río– el “momento de la renovación”. Esta tiene un nombre que contrasta con los últimos 35 años de política vaticana: “el evangelio social”. La palabra “social” es ya todo un desafío que prolonga la ruptura que Bergoglio encarnó la noche misma en que, luego de que el Cónclave lo eligiera papa, salió al balcón de la plaza San Pedro y pronunció la palabra “pueblo”.
En Roma, hace diez días, el entorno del Papa hablaba de un “mensaje revolucionario”. Habrá que ver y oír. Desde aquel compromiso de forjar “una Iglesia pobre para los pobres”, Francisco ha ido desvistiendo la figura papal de todo el ropaje monárquico que la ponía por encima de los fieles. La comunicación funciona a fondo, incluso con detalles que asombran. La Santa Sede lanzó un nuevo semanario para amplificar el mensaje papal: Credere. La publicidad dice “el nuevo semanario que te hará vivir la fe con alegría”. A la izquierda, en la tapa, un rectángulo dice: “la revista de la Iglesia de Francisco”. Esa es la Iglesia que Francisco expondrá en el país católico más importante del mundo. Bergoglio visitará a los pobres de una favela, a enfermos en un hospital, recibirá presos, peregrinará al santuario de Aparecida y, sobre todo, se encontrará con jóvenes de todo el mundo en lo que se suele llamar el “Woodstock católico”. Su viaje viene precedido por una serie de pronunciamientos que rompieron con el conformismo vaticanista: en las últimas semanas, Bergoglio denunció la “tiranía del dinero”, “el capitalismo salvaje” y la “globalización de la indiferencia”. “Nos encontramos al fin con alguien que ve el mundo tal como es, con los mismos ojos con que lo vemos y los sufrimos nosotros”, dice Angélica, una española de 19 años recién llegada a Río desde Valencia con otros cientos de españoles. Uno de los vaticanistas más célebres, Marco Politi, dijo que el Papa “en Brasil proseguirá, profundizará y aclarará su Evangelio social. Desde que fue elegido denuncia las nuevas formas de esclavitud, la explotación, la desigualdad, la irresponsabilidad de algunas fuerzas sociales”.
La historia parece también correr para Francisco. El pontífice llega a un Brasil convulsionado por la revuelta social, los reclamos de justicia social, contra la corrupción, a favor de la renovación de un sistema político gangrenado por el favoritismo y la corrupción. Francisco ya había escrito el discurso central que iba a pronunciar en Brasil durante las JMJ, pero a la luz de las protestas lo modificó. El arzobispo de Río de Janeiro, Orani Joao Tempesta, responsable de la organización de la Jornada Mundial de la Juventud, viajó a Roma para encontrarse con Bergoglio. Luego le siguió el cardenal arzobispo emérito de San Pablo, Claudio Hummes, un hombre de posiciones sociales conocidas por haber abierto las puertas de su iglesia a los obreros en huelga. El presidente de la Conferencia Episcopal de Brasil (CNBB), el cardenal Raymundo Damasceno, también se reunió en Roma con el Papa. Este encuentro es tanto más clave en lo que podrá decir Bergoglio cuanto que viene precedido de una reunión de la Conferencia episcopal de Brasil. Celebrada casi a finales de junio, la reunión terminó con la redacción de un documento en el que la Conferencia episcopal manifiesta “nuestra solidaridad y apoyo a los manifestantes”. El texto contiene un respaldo total las protestas. Uno de sus párrafos dice que los gritos contra corrupción, la impunidad y la falta de transparencia (...) hacen renacer la esperanza”.
A ese mundo llega Francisco. Un escenario ideal al que las autoridades del país le tienen miedo, miedo a que la visita del Papa sirva de nuevo detonante para lo que ya está latiendo desde hace semanas. Al papa Francisco no le agrada la seguridad y a los responsables de garantizar la suya durante las Jornadas Mundiales de la Juventud no les gusta la perspectiva de que la llegada del Papa vuelva a renovar las protestas contra la clase política. Brasil subió de 11.000 a 14.000 el número de las fuerzas del orden encargadas de garantizar la seguridad de Francisco. La perspectiva de una “revolución ciudadana” durante la visita de Bergoglio llevó a las autoridades brasileñas a proponer una serie de modificaciones en la agenda papal, pero el Vaticano las rechazó. “No habrá cambios de programa”, dijo en Roma Federico Lombardi, el portavoz del Papa.
Sin embargo, las autoridades de Brasil querían modificar un montón de cosas. Brasil arguye que se descubrieron “indicios” de que grupos opositores preparaban una ofensiva aprovechando la llegada de Bergoglio. Lo más peligroso era el encuentro de Francisco con la presidenta Dilma Rousseff (ver página 21), con el gobernador de Río, Sérgio Cabral, y con Eduardo Paes, el intendente de Río. Este acto debe llevarse a cabo en el Palacio de Guenabara, sede del gobierno del estado de Río. Pero como hay una manifestación programada contra el gobernador y el alcalde, las autoridades propusieron levantar la cita y hacerla en otro lugar. El Vaticano dijo que no. Más aún, las declaraciones de los responsables que se reunieron con Francisco en Roma muestran que la Santa Sede está con los manifestantes. Tras su regreso de Roma, el cardenal Claudio Hummes dijo: “El mensaje de Cristo está en sintonía con esas reivindicaciones del pueblo”.
Habrá que ver y oír. Francisco se negó a utilizar el papamóvil blindado. Se desplazará en el mismo jeep abierto con el que circula en Roma. A pedido del papa, tampoco habrá a su lado “hombres armados con fusiles”. El papa, dicen en Roma, no les tiene miedo a las manifestaciones: “Estas no son contra el Papa sino contra los políticos”, dice el Vaticano. Si la promesa es cierta, habrá en Brasil un encontronazo entre dos mundos: el del evangelio liberal que todo lo corrompe y destruye, el planeta y los seres humanos, y el que trae Francisco en su mensaje: el “evangelio social” del cristianismo. Primer acto mayor de un pontificado que, en sus primeros pasos, desteje la abrumadora y sucia trama de corrupción y luchas por el poder que el predecesor de Francisco, Benedicto XVI, no pudo desarmar. Eso lo llevó a la renuncia. Evangelio social, Teología de la Liberación, según varios vaticanistas ambas tienen cita esta semana en Brasil, en una suerte de reconciliación misteriosa. El vaticanista Marco Politi alega que “Francisco es un fruto inesperado de la Teología de la Liberación porque es un representante de la llamada Teología Popular, que no es marxista ni politizada, pero que sí denuncia con fuerza los horrores de la miseria, la desigualdad y sus mecanismos económicos”. El combate que Juan Pablo Segundo libró contra esa corriente dejó muchas víctimas, pactos con las dictaduras, corrupción, una suerte de monstruo que siguió vivo mucho después de la muerte del papa polaco. Por ese abismo se fue Benedicto XVI. Del mismo abismo llega Bergoglio. La llamada “iglesia de Francisco” se construye sobre una montaña de cenizas aún humeantes.

DERECHOS HUMANOS: LOS JUICIOS DE NUREMBERG Y LA JUSTICIA.


 

 Memorias de Nüremberg

 Ficha: El Juicio de Nuremberg (Judgement at Nuremberg, 1961), USA, 186 minutos, MGM, Director: Stanley Kramer, Guión: Abby Mann, Música: Ernest Gold, Fotografía: Ernest Laszlo, Reparto: Spencer Tracy, Burt Lancaster, Richard Widmark, Marlene Dietrich, Maximilian Schell, Judy Garland, Montgomery Clift, Werner Klemperer, Torben Meyer, Martin Brandt, William Shatner.


Los Juicios de Nuremberg, el turno de la justicia

El Juicio de Nuremberg (Judgement at Nuremberg, 1961) de Stanley Kramer, es una película en la que la palabra tiene una primacía fundamental, es cine con largos diálogos y dramáticos monólogos, durante todo el tiempo que dura la cinta las palabras expresan el horror, el odio, la duda y el dolor.(1) La película cuenta con un  notable reparto: Spencer Tracy, Richard Widmark, Marlene Dietrich, Burt Lancaster, Judy Garland y Maximiliam Schell. Nos encontramos en el proceso que se siguió en la ciudad Alemana ocupada de Nüeremberg contra los magistrados Friedrich Hofstetter (Martin Brandt), Werner Lampe (Torben Meyer), Ernst Jenning (Burt Lancaster) y Emil Hahn (Werner Klemperer), acusados de sentenciar sobre la base de unas leyes injustas en juicios amañados donde el sentido de la sentencia se sabía incluso antes del inicio del proceso.(2) Entre los acusados destaca el juez Jenning, inspirado en la figura del juez Franz Schlegelberger, que en la cinta aparece como un reconocido tratadista del Derecho, redactor de la Constitución de Waimar y Ministro de Justicia de la República de Weimar.(3)

La temática elegida por Stanley Kramer no es fácil, mayor incluso si consideramos que la cinta se filmó apenas quince años de finalizada la Segunda Guerra Mundial. Si en el proceso que se siguió contra los principales líderes y criminales de guerra nazis, la única duda parecía ser la base legal para castigar sus actos, en los juicios de quienes formaron parte de la burocracia del Estado durante el gobierno del Reich el tema es mucho más complicado, basta para ello tener en cuenta que el partido nazi llegó a contar con más de ocho millones de afiliados y hubiera sido impensable desde un punto de vista práctico que todos los colaboradores del régimen fueran encausados por sus crímenes.(4)


El juicio seguido contra estos cuatro magistrados está lleno de aristas y de complicaciones que son abordadas con acierto en la cinta, tales como la aplicación por parte de los tribunales de una ley injusta, las relaciones entre la justicia y el poder y cuáles son los límites para quienes dicen actuar con obediencia a la ley.

El Juez Haywood (Spencer Tracy), encargado de presidir el Tribunal, es la figura central de la trama. Nos encontramos en el año 48, acaba de terminar la Segunda Guerra Mundial y al borde de la guerra fría, pero los juicios contra los miembros del régimen nazi ya han pasado de moda y no interesan a nadie. El experimentado juez Haywood lo sabe, pero actuará con justicia, lejos del ánimo vengador que le imprime el fiscal Lawson (Richard Widmark) y discrepante al final con la eficiente defensa que hace Herr Rolfe (Maximiliam Schell) de la inocencia de su patrocinado. Haywood intentará entender las razones que llevaron a hombres no sólo los ordinarios sino hasta los más capaces a seguir a Hitler y a cometer las mayores atrocidades.

El argumento de la defensa es elemental. Estos jueces se limitaron a cumplir estrictamente las leyes del gobierno de Alemania, no hacerlo significaba un acto contrario a la patria. El propio Janning se encargará de echar por tierra a su propia defensa, no está dispuesto a repetir la farsa en la que ha participado cientos de veces: ¿dónde estábamos cuando Hitler empezó a destilar odio en el Reichstag? ¿dónde estábamos cuando se llevaban a nuestros vecinos por la fuerza en plena noche a Docheau? ¿dónde estábamos cuando en cada aldea del país había una terminal que recibía vagones de carga para llenarlos de niños y despacharlos a los campos de exterminio? ¿dónde estábamos cuando nos gritaban en la noche? ¿estábamos sordos?¿mudos?¿ciegos? Mi abogado dice que no sabíamos nada del exterminio de millones. Les pondrá como excusa que pensábamos que eran cientos no millones ¿eso nos libera de culpa? quizá no sabíamos los detalles, pero si no sabíamos era porque no queríamos saber. Janning no se quedará en una acusación general de colaboración silenciosa, afirmará que su caso es aún más cuestionable que aquellos que actuaron de forma ignorante o incluso activa: Ernst Janning es peor que todos ellos, porque sabía lo que eran y colaboró con ellos de todas formas. Ernst Janning transformó su vida en excremento por caminar al lado de ellos. El perdón bajo estas circunstancias es inaceptable. Hay situaciones de las que se es culpable incluso aunque uno pueda disculparse, escribió en sus memorias Albert Speer, arquitecto personal de Hitler y Ministro de Armamento y Producción Bélica del Reich, pues la enormidad del crimen es tan desmesurada que anula toda posibilidad de disculpa.(5)


Haywood dicta sentencia sin tomar en cuenta paradójicamente, como sí lo hicieron los acusados, las presiones ejercidas por el gobierno americano para que las penas no fueran severas. Los rusos habían bloqueado Berlín y era necesario contar con el apoyo del pueblo alemán, lo cual podría complicarse si se encarcelaban a todos sus líderes y dirigentes. La sentencia develará una de las verdades del régimen nazi, de la boca del Juez Haywood se escuchará decir que: si los acusados hubiesen sido seres pervertidos y degenerados, si todos los jerarcas del Tercer Reich hubiesen sido monstruos sádicos y maniáticos, estos hechos no hubieran tenido mayor relevancia moral que un terremoto o un desastre natural. Pero en este juicio se demostró que en una situación de crisis nacional, los hombres ordinarios e incluso los capaces y extraordinarios pueden engañarse a sí mismos y cometer delitos tan grandes y atroces que superan su propia imaginación. Sin embargo, la cinta permite que Herr Rolfe nos despache otra versión, que no sólo quienes participaron de la barbarie que significó el nazismo deben encontrarse en el banquillo de los acusados. El nazismo debe entenderse ciertamente a partir de la colaboración cómplice de millones de ciudadanos pero también por la pasividad de las potencias occidentales que permitieron que Hitler ocupara Checoslovaquia, Renania, Austria y militarizara el país violando el Tratado de Versalles, de los industriales americanos que comerciaron armas con la Alemania nazi, de la Unión Soviética que firmó con Alemania un pacto de no agresión que permitió la invasión de Polonia y que después se sumó al festín del reparto polaco, de Churchil que alabó públicamente al Fürer como un gobernante modelo sólo un año antes del inicio de la guerra. Grafica bien lo dicho el alegato el abogado defensor: en última instancia el responsable es la propia civilización.

En la cinta Nuremberg (Nuremberg, 2000) de Yves Simoneau, una película menos honesta y más maniquea que la que analizamos, aparece el testimonio de Rudolf Höss, Obersturmbannfürer de la SS y comandante del campo de exterminio de Auschwitz. Höss actúa en el Juicio de Nüremberg como testigo de Ernst Kaltenbrunner (Christopher Heyerdahl), Obergruppenführer de la SS y lugarteniente de Himler. Durante el interrogatorio al que le somete el Fiscal Jackson (Alec Baldwin), Höss señala con detalle los pormenores de la labor de exterminio: Construí cámaras de gas donde cabían dos mil personas a la vez, comparados con los doscientos de Treblinka. Construí cuatro hornos enormes para cremar los restos. Logré eliminar diez mil personas en horas. En promedio despachábamos a dos mil personas al día. Cuando el Fiscal Jackson termina el interrogatorio, Höss vuelve a intervenir sólo para aclarar que: no toleré la crueldad. Mi gente estaba ahí para exterminarlos no para torturarlos, cualquier mala conducta de los guardias era penada se lo aseguro.(6) Höss destaca no su desprecio a la vida como imagina el director de la cinta sino, ante todo, su profesionalismo como miembro de la burocracia del Estado, lo cual es ciertamente más grave y aterrador.

En su libro Eichmann en Jerusalén, Un estudio sobre la banalidad del mal, que constituye un análisis de un expediente judicial, Hanna Arendt destaca que los lideres nazis, en su vida cotidiana, no fueron hombres pervertidos ni sádicos, sino terrible y terroríficamente normales: Desde el punto de vista de las instituciones jurídicas y de nuestras reglas morales, esta normalidad resultará siempre más terrorífica que todas las atrocidades juntas, pues implica que este nuevo tipo de delincuente comete sus delitos en circunstancias que casi le impiden saber que realiza actos de maldad. Es allí donde reside la banalidad del mal.(7)

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(1) FEINMAN, José Pablo. La culpa de los pueblos. En: Página 12.

(2) Al finalizar la Segunda Guerra Mundial se suscribieron el Acuerdo de Londres (8 de agosto de 1945 por los representantes de Estados Unidos, Reino Unido, Francia y Unión Soviética) y la Ley número 10 (20 de diciembre de 1945, promulgada por el Consejo Aliado en Berlín). El Acuerdo de Londres previó el establecimiento de un Tribunal Internacional Militar para enjuiciar los crímenes de guerra cometidos por los nazis. El 18 de octubre de 1945, en la ciudad alemana de Nüremberg se inició el juicio de 21 líderes que formaron parte del gobierno de Tercer Reich. Después del primer juicio de Nüremberg, se celebraron otros 12 procesos bajo la autoridad de la Ley 10 del Consejo. Hubieron en total 185 acusados. Entre ellos, médicos que habían llevado a cabo experimentos sobre enfermos y prisioneros, industriales que habían participado en el saqueo de los países ocupados y en el programa de mano de obra forzada y jueces que habían cometido delitos encubiertos bajo la apariencia de un proceso legal.
 
(3) Franz Schlegelberger estudió Derecho en Königsberg y Berlín. Entre 1913 y 1927 tuvo varios cargos dentro de la administración de justicia. Se desempeñó como juez en una corte intermedia (Landgericht) y juez de la suprema corte de apelaciones de Berlín (Kammergericht). En 1927 fue nombrado Director del Ministerio de Justicia (Ministerialdirektor). Desde 1922 se desempeñó como profesor adjunto de la Facultad de Derecho de la Universidad de Berlín. En los Juicios de Nuremberg, Schlegelberger fue condenado a cadena perpetua, pero salió de prisión en 1951. Posteriormente el gobierno alemán le otorgaría una pensión la que disfrutaría hasta su muerte. Vid. NATHANS, Eli. Legal Order as Motive and Mask: Franz Schlegelberger and the Nazi Administration of Justice. En: Law and History Review. Volumen 18, Número 2. 2000. Cfr. MULLER, Ingo. Hitler´s Justice. 1991.