domingo, 30 de mayo de 2021

La comuna de Paris y sus enseñanzas

 Fuente Pagina 12 Bs.As. 30 de mayo 2021

El cielo por asalto

El 18 de marzo se cumplieron 150 años de un hecho memorable: la Comuna de París de 1871. Fue la primera revolución hegemonizada por la clase obrera. En 1789, el pueblo bajo acompañó a la burguesía en ese acto insurreccional y fundante que fue la Revolución Francesa. Pero no fue el protagonista de esa gesta que habría de culminar en el Terror de Robespierre y Saint-Just, y en la dictadura imperial de Napoleón Bonaparte. La Comuna de París tuvo un arco de posibilidades que la hicieron posible. Francia estaba en guerra con la Prusia de Bismarck y Guillermo II. Y no sólo estaba en guerra sino que la estaba perdiendo sin apelación alguna. El “canciller de hierro” (Bismarck) era un gran estratega y sabía mover sus tropas mejor que Napoleón el pequeño (Napoleón III), cuya gloria se agotaba en llevar el nombre de Napoleón Bonaparte, aunque sólo eso, ya que no había heredado su genio militar ni sus aptitudes políticas. Napoleón III es hecho prisionero de los generales prusianos que inclinan, así, la guerra en su favor. Queda al frente de la República francesa el mínimo, aunque colérico y sanguinario, Thiers. La Guardia Nacional se niega a hacer fuego contra los comuneros insurrectos y más aún: se pone de su lado. Ahora la Comuna tiene en su poder la gran ciudad del país. Tiene el fervor, tiene las armas y un vibrante plan de Gobierno. Que es el siguiente:

- El Ejército y la Policía fueron reemplazados por la Guardia Nacional, integrada por ciudadanos comunes, como artesanos, jornaleros y otras profesiones.

- Se estableció la separación entre la Iglesia y el Estado.

- Los cargos públicos eran sometidos a elección popular y se regirían por el principio de revocatoria de mandato.

- Dejaron de impartir clases de religión en los colegios, por tratarse de un tema de decisión personal.

- Las fábricas abandonadas fueron ocupadas por los trabajadores.

- París se dividió en quartiers, localidades con cierta autonomía que cooperaban con la organización central. Los funcionarios recibían un sueldo similar al de los obreros.

- El precio de los alquileres fue controlado por la Comuna.

- Las viudas y huérfanos de la Guardia Nacional fueron reivindicados con pensiones.

¡Qué plan magnífico! En ningún país de los tiempos pandémicos que corren podría aplicarse. Las mujeres tienen un papel preponderante y hasta prepotente en la lucha. La Comuna, como dice Karl Marx en célebre frase, quería tomar “el cielo por asalto”. Pero no lo tomó. De un modo acaso inexplicable no irrumpieron en el Banco Nacional de Francia, donde se acumulaban las riquezas del país. Esas riquezas se las llevaba Thiers para rearmar su ejército. Thiers había huído a Versalles, refugiándose en el en el que supo ser el corazón de la aristocracia monárquica, gozosa y despilfarradora. Hasta que se le acabó la fiesta con las multitudinarias masas rebeldes de 1789. Y con la guillotina de Robespierre, que no tuvo piedad con nadie y menos con Luis XVI

Ahora, en Versalles, estaba Thiers. Y entonces sucede un acontecimiento insólito. Francia y Prusia suspenden la guerra entre naciones porque la “hidra internacionalista” (como llamó Nietzsche a la Comuna) se había apoderado de una de ellas. ¡Ah no, eso no, de ninguna manera! Marx se deleita con este hecho. La lucha interburguesa se deja de lado cuando el proletariado se insurrecta. Bismarck le devuelve a Thiers sus prisioneros. Ahí los tiene, disponga de ellos, primero hay que aniquilar a la hidra internacionalista después seguimos nuestra guerra.

Francia y Prusia guerreaban por sus conquistas imperialistas. Alemania había llegado tarde al reparto del mundo entre las grandes naciones europeas. Necesitaba su “espacio vital”. Necesitaba, en suma, replantearlo todo. Con la guerra de 1870 no sólo logra su tardía unidad nacional, sino también entrar a discutir los anhelados territorios de Africa y Asia, especialmente.

Pero, ante el proletariado en armas, la tarea de discutir el “espacio vital” queda de lado. Ahora deben ayudar a Francia a derrotar a la chusma roja, la chusma anarquista y comunista, esa peste. Nada distinto ocurre hoy con los países “civilizados” de Occidente. Forman un bloque ante el avance de la”barbarie” terrorista y populista. Así, Estados Unidos, Inglaterra, Francia, Alemania, Israel (fundamental para frenar la “barbarie terrorista” en el Oriente Medio, siguiendo, siempre, los intereses del Imperio “americano) y, en menor medida Italia y España están artillados hasta los dientes para preservar la “democracia” en el mundo.

 

Volviendo a la Comuna. Con la ayuda prusiana, Thiers formó un ejército poderoso. Derrotó a los comuneros y el “orden burgués” se estableció otra vez en el país. La Comuna duró apenas dos meses. Durante su transcurso se soñaron nuevos horizontes, nuevas hermandades. Pero los sueños revolucionarios suelen pagarse caros. La fuerzas armadas de Francia y Prusia mataron treinta mil comuneros. Querían un castigo ejemplar. ¿Cómo se habían atrevido a hacer lo que hicieron? Nunca más debía ocurrir algo así. Fueron despiadados. Se hartaron de fusilar obreros y profesionales. Esa cifra de muertos (treinta mil) nos remite al terrorismo de Estado en la Argentina. ¿Así terminan los sueños? Así, sobre todo, se mantiene el capitalismo en dominio de las estructuras de un sistema que ya lleva varias centurias y ha ganado todas sus batallas. No sé si el precio de los sueños es siempre cruento, pero creo (o aún me atrevo a creer) que los sueños abren un horizonte que aún no se ha cerrado.

viernes, 28 de mayo de 2021

La crisis de la pandemia reflexiones de Edgar Morin

 Fuente: Diario El Pais España, abril 2020

Edgar Morin: “Vivimos en un mercado planetario que no ha sabido suscitar fraternidad entre los pueblos”

El filósofo francés reflexiona a sus 98 años sobre los efectos de la epidemia de coronavirus y alerta contra los peligros del darwinismo social y la destrucción del tejido público en sanidad y educación

Edgar Morin, en París en 2013.
Edgar Morin, en París en 2013.CORBIS VIA GETTY IMAGES ERIC FOUGERE / CORBIS VIA GETTY IMAGES

"La unificación técnico-económica del mundo que trajo el capitalismo agresivo en los años noventa ha generado una enorme paradoja que la emergencia del coronavirus ha hecho ahora visible para todos: esta interdependencia entre los países, en lugar de favorecer un real progreso en la conciencia y en la comprensión de los pueblos, ha desatado formas de egoísmo y de ultranacionalismo. El virus ha desenmascarado esta ausencia de una auténtica conciencia planetaria de la humanidad”. Edgar Morin habla con su habitual pasión por Skype. Él, como millones de europeos, se encuentra confinado en su casa del sur de Francia, en Montpellier, con su esposa.

Está considerado como uno de los filósofos contemporáneos más brillantes; a los 98 años (el 8 de julio cumplirá 99) Morin lee, escribe, escucha música y mantiene contacto con amigos y parientes. Sus ganas de vivir demuestran con fuerza el drama de un azote que está aniquilando a miles de ancianos y de enfermos con patologías previas. “Sé bien —dice con tono irónico— que podría ser la víctima por excelencia del coronavirus. A mi edad, sin embargo, la muerte está siempre al acecho. Por lo tanto es mejor pensar en la vida y reflexionar sobre lo que pasa”.

Pregunta. La mundialización de la que habla ha creado un gran mercado global que, a través de la tecnología más avanzada, ha reducido considerablemente las distancias entre continentes. Pero esta reducción de las distancias no ha favorecido un diálogo entre los pueblos. Al contrario, ha fomentado el relanzamiento del cierre identitario en sí mismo, alimentando un peligroso soberanismo.

Respuesta. Vivimos en un gran mercado planetario que no ha sabido suscitar sentimientos de fraternidad entre los países. Ha creado, de hecho, un miedo generalizado al futuro. Y la pandemia del coronavirus ha iluminado esta contradicción haciéndola aún más evidente. Me hace pensar en la gran crisis económica de los años treinta, en la que varios países europeos, Alemania e Italia sobre todo, abrazaron el ultranacionalismo. Y, pese a que falte la voluntad hegemónica de los nazis, hoy me parece indiscutible este cierre en sí mismos. El desarrollo económico-capitalístico, entonces, ha desatado los grandes problemas que afectan nuestro planeta: el deterioro de la biosfera, la crisis general de la democracia, el aumento de las desigualdades y de las injusticias, la proliferación de los armamentos, los nuevos autoritarismos demagógicos (con Estados Unidos y Brasil a la cabeza). Por eso, hoy es necesario favorecer la construcción de una conciencia planetaria bajo su base humanitaria: incentivar la cooperación entre los países con el objetivo principal de hacer crecer los sentimientos de solidaridad y fraternidad entre los pueblos.

La experiencia nos enseña que todas las graves crisis pueden incrementar fenómenos de cierre y de angustia: la caza al infractor o la necesidad de un chivo expiatorio, a menudo identificado con el extranjero o el migrante

P. Intentemos analizar esta contradicción en una escala reducida, tomando en consideración el microcosmos de las relaciones personales. La incursión del virus ha puesto en crisis la ideología de fondo que ha dominado las campañas electorales en estos últimos años: eslóganes como “America First”, “La France d’abord”, “Prima gli italiani”, “Brasil acima du tudo han ofrecido una imagen insular de la humanidad, en la que cada invididuo parecer ser una isla separada de las otras (utilizando la bonita metáfora de una meditación de John Donne). En cambio, la pandemia ha mostrado que la humanidad es un único continente y que los seres humanos están ligados profundamente los unos a los otros. Nunca como en este momento de aislamiento (lejos de los afectos, de los amigos, de la vida comunitaria) estamos tomando conciencia de la necesidad del otro. “Yo me quedo en casa” significa no solo protegernos a nosotros mismos sino también a los otros individuos con los que formamos nuestra comunidad.

R. Así es. La emergencia del virus y las medidas que nos obligan a quedarnos en casa han terminado por estimular nuestro sentimiento de fraternidad. En Francia, por ejemplo, cada noche tenemos una cita en nuestras ventanas para aplaudir a nuestro médicos y al personal hospitalario que, en primera línea, asiste a los enfermos. Me he emocionado, la semana pasada, cuando he visto en televisión, en Nápoles y en otras ciudades italianas, a las personas asomarse a los balcones para cantar juntas el himno nacional o para bailar al ritmo de las canciones populares. Pero está también la otra cara de la moneda. La experiencia nos enseña que todas las graves crisis pueden incrementar fenómenos de cierre y de angustia: la caza al infractor o la de necesidad un chivo expiatorio, a menudo identificado con el extranjero o el migrante. Las crisis pueden favorecer la imaginación creativa (como ocurrió con el New Deal) o provocar regresión.

P. ¿Alude también a la Europa que frente a la emergencia sanitaria ha revelado, una vez más, su incapacidad de programar estrategias comunes y solidarias?

R. Por supuesto. La pseudo Europa de los banqueros y de los tecnócratas ha masacrado en estas décadas los auténticos ideales europeos, cancelando cada impulso hacia la construcción de una conciencia unitaria. Cada país está gestionando la pandemia de manera independiente, sin una verdadera coordinación. Esperemos que de esta crisis pueda resurgir un espíritu comunitario capaz de superar los errores del pasado: desde la gestión de la emergencia de los migrantes hasta el predominio de las razones financieras sobre las humanas, desde la ausencia de una política internacional europea a la incapacidad de legislar en la materia fiscal.

P. ¿Cual ha sido su reacción frente al primer discurso de Boris Johnson, al despiadado cinismo con el que ha invitado a los ciudadanos británicos a prepararse a los miles de muertos que el coronavirus provocaría y a aceptar los principios del darwinismo social (la supresión de los más débiles)?

R. Un ejemplo claro de cómo la razón económica es más importante y más fuerte que la humanitaria: la ganancia vale mucho más que las ingentes pérdidas de seres humanos que la epidemia puede infligir. Al fin y al cabo, el sacrificio de los más frágiles (de las personas ancianas y de los enfermos) es funcional a una lógica de la selección natural. Como ocurre en el mundo del mercado, el que no aguanta la competencia es destinado a sucumbir. Crear una sociedad auténticamente humana significa oponerse a toda costa a este darwinismo social.

P. El presidente Macron ha utilizado la metáfora de la guerra para hablar de la pandemia. ¿Cuáles son las afinidades y las diferencias entre un verdadero conflicto armado y lo que estamos viviendo?

R. Yo, que he vivido la guerra, conozco bien los mecanismos. Primero, me parece evidente una diversidad: en guerra, las medidas de confinamiento y toque de queda son impuestas por el enemigo; ahora en cambio es el Estado el que lo impone contra el enemigo. La segunda reflexión tiene que ver con la naturaleza del adversario: en una guerra es visible, ahora es invisible. También para aquellos como yo, que han participado en la resistencia, la analogía podría funcionar igualmente: para los partisanos la Gestapo era como un virus, porque se metia en cualquier lado, porque todo lo que estaba alrededor de nosotros habría podido tener oído para informar y denunciar. Ahora no sé si este periodo de confinamiento durará el tiempo suficiente para provocar restricciones que podrían recordar el racionamiento de la comida y los comercios ocultos del mercado negro. Pienso, y espero, que no. De todos modos, no creo que utilizar la metáfora de la guerra pueda ser más útil para comprender esta resistencia a la epidemia.

La pseudo Europa de los tecnócratas ha masacrado los ideales del proyecto

P. A propósito de la solidaridad humana: ¿no le parece que los científicos en este momento están promocionando una colaboración internacional para buscar la derrota del virus? ¿La llegada de médicos chinos y cubanos en el norte de Italia no es una señal de esperanza?

R. Esto es indiscutiblemente positivo. La red planetaria de investigadores testifica un esfuerzo hacia un bien común universal que cruza las fronteras nacionales, los idiomas, el color de la piel. Pero no se deben infravalorar los fenómenos de cohesión nacional: estar, lo recordaba antes, alrededor de los operadores sanitarios que trabajan en los hospitales. Muchos, sin embargo, son dejados fuera de estas nuevas formas de agregación solidaria: personas solas, ancianos y familias pobres no conectadas a la Red, sin contar a los que viven en la calle porque no tienen una casa. Si este régimen durara por un periodo largo, ¿cómo seguiríamos cultivando la relaciones humanas y cómo conseguiríamos tolerar las privaciones?

P. Me gustaría que abordáramos otra vez el tema de la ciencia. Después del desastre de la Segunda Guerra Mundial, las primeras relaciones entre Israel y Alemania se produjeron a través de los científicos. El año pasado, mientras visitaba el Cern de Ginebra con Fabiola Gianotti, vi alrededor de una mesa investigadores que procedían de países en conflicto entre ellos. ¿No piensa que la investigación científica de base, la que no espera ganar nada, pueda contribuir a promocionar en esta emergencia de la pandemia un espíritu de fraternidad universal?

R. Claro que sí. La ciencia puede desempeñar un papel importante, pero no decisivo. Puede activar un diálogo entre los trabajadores de diferentes países que en este momento trabajan para crear una vacuna y producir fármacos eficaces. Pero no se debe olvidar que la ciencia es siempre ambivalente. En el pasado, muchos investigadores han trabajado al servicio del poder y de la guerra. Dicho esto, yo confío mucho en esos científicos creativos y llenos de imaginación que ciertamente sabrán promocionar y defender una investigacion cientifica solida y al servicio de la humanidad.

La red planetaria de investigadores testifica un esfuerzo hacia un bien común universal que cruza las fronteras nacionales, los idiomas, el color de la piel

P. Entra las emergencias que la epidemia ha evidenciado está sobre todo la sanitaria. En algunos países europeos, los Gobiernos han debilitado progresivamente los hospitales con sustanciales recortes de recursos. La escasez de médicos, enfermeros, camas y equipamientos han mostrado una sanidad pública enferma.

R. No hay duda de que la sanidad tenga que ser pública y universal. En Europa, en las últimas décadas, hemos sido víctimas de las directivas neoliberales que han insistido en una reducción de los servicios públicos en general. Programar la gestión de los hospitales como si fueran empresas significa concebir los pacientes como mercancía incluida en un ciclo productivo. Esto es otro ejemplo de cómo una visión puramente financiera pueda producir desastres bajo el punto de vista humano y sanitario.

P. La sanidad y la educación constituyen los dos pilares de la dignidad humana (el derecho a la vida y el derecho al conocimiento) y las bases del desarrollo económico de un país. El sistema educativo también ha sufrido recortes terribles en estas décadas.

R. La sanidad y la educación, bajo este punto estoy de acuerdo con lo que ha escrito en sus libros, no pueden ser gestionados por una lógica empresarial. Los hospitales o las escuelas y las universidades no pueden generar ganancia económica (¡no deberían vender productos a los clientes que los compran!), pero deben pensar en el bienestar de los ciudadanos y en formar, como decía Montaigne, “teste ben fatte”. Se debe reencontrar el espíritu del servicio público que en estas décadas ha sido fuertemente reducido.

La epidemia, con las restricciones que ha generado, nos ha obligado a realizar una saludable desaceleración

P. Ahora, con las escuelas y las universidades cerradas, se hace necesario recurrir a la enseñanza a distancia para mantener vivas las relaciones entre profesores y estudiantes.

R. Gracias a la tecnología se puede conseguir no romper el hilo de la comunicación. También la televisión en Francia se está organizando para ofrecer programas a los estudiantes de los institutos. Pero la cuestión, como bien sabe, es de fondo: en diferentes libros míos he puesto en evidencia los límites de nuestro sistema de enseñanza. Pienso que no se adaptó a la complejidad que vivimos desde el punto de vista personal, económico y social. Tenemos una conciencia dividida en compartimentos estancos, incapaz de ofrecer perspectivas unitarias e inadecuada para enfrentar de manera concreta los problemas del presente. Nuestros estudiantes no aprenden a medirse con los grandes desafíos existenciales, tampoco con la complejidad y la incertidumbre de una realidad en constante mutación. Me parece importante prepararse para entender las interconexiones: cómo una crisis sanitaria puede provocar una crisis económica que, a su vez, produce una crisis social y, por último, existencial.

P. Algunos decanos y algunos profesores han considerado la experiencia de la pandemia como una ocasión para relanzar la enseñanza telemática. Pienso que es necesario recordar que ninguna plataforma digital puede cambiar la vida de un alumno. ¿Así no se corre el riesgo de denigrar la importancia esencial de las clases en las aulas y del encuentro humano entre profesor y estudiante?

R. Se debe distinguir la excepcionalidad impuesta por el virus de las condiciones normales. Ahora no tenemos elección. Pero conservar el contacto humano, directo, entre profesores y alumnos es fundamental. Solo un profesor que enseña con pasión puede influir realmente en la vida de sus estudiantes. El papel de la enseñanza es sobre todo el de problematizar, a través de un método basado en preguntas y respuestas capaz de estimular el espíritu crítico y autocrítico de los alumnos. Desde la infancia, los estudiantes tienen que dejar rienda suelta a su curiosidad, cultivando la reflexión crítica. Enseñar es una misión, como la que están cumpliendo ahora los médicos: se trata, en cualquier caso, de ocuparse de vidas humanas, de personas, de futuros ciudadanos.

Ahora no tenemos elección. Pero conservar el contacto humano, directo, entre profesores y alumnos es fundamental

P. El virus ha conseguido hacer explotar también los límites de la rapidez. El confinamiento en nuestras casas nos ha ayudado a redescubrir la importancia de la lentitud para reflexionar, para entender, para cultivar los afectos.

R. Me parece indiscutible. La epidemia, con las restricciones que ha generado, nos ha obligado a realizar una saludable desaceleración. Yo mismo he notado un fuerte cambio en mi ritmo cotidiano: ya no es cronometrado y jalonado como lo era antes. Cuando dejé París para vivir en Montpellier ya noté un notable cambio en el desarrollo de mis jornadas. Ahora, con mayor conciencia, me estoy (nos estamos) reapropiando del tiempo. Bergson había entendido bien la diferencia entre el tiempo vivido (el interior) y el tiempo cronometrado (el exterior). Reconquistar el tiempo interior es un desafío político, pero también ético y existencial.

P. Precisamente ahora nos damos cuenta de que leer libros, escuchar música, admirar obras de arte es la manera mejor de cultivar nuestra humanidad.

R. Sin duda. El confinamiento está haciendo que nos demos cuenta de la importancia de la cultura. Una ocasión —a través de estos saberes que nuestra sociedad ha llamado injustamente “inútiles” porque no producen ganancias— para comprender los límites del consumismo y de la carrera sin pausa hacia el dinero y el poder. Habremos aprendido algo en estos tiempos de pandemia si sabemos redescubrir y cultivar los auténticos valores de la vida: el amor, la amistad, la fraternidad, la solidaridad. Valores esenciales que conocemos desde siempre y que desde siempre, desafortunaamente, terminamos por olvidar.

domingo, 23 de mayo de 2021

Un analisis actual del conflicto de gaza por una abogada palestina y activista por los DH del pueblo palestino

 

Fuente:Pagina 12 Buenos Aires, 23 de mayo 2021

Ya noluchamos por el estado palestino,luchamos por la liberación"

Samera Esmeir, activista y profesora palestina en la Universidad de Berkeley, analiza el conflicto de Gaza

Samera Esmeir nació en la ciudad de Haifa -ocupada por Israel en 1948- y terminó su maestría en leyes en la Universidad de Tel Aviv. Desde 1995 empezó su práctica de abogacía defendiendo a refugiades y residentes palestinos en Jerusalem Oriental. Desde 2005 da clases en la Universidad de Berkeley desde donde continúa su activismo. 

Una manifestante en Michigan, Estados Unidos, donde el presidente Joe Biden visitó una planta de Ford, para reclamarle por el cese del apoyo a Israel. (Fuente: AFP)
Una manifestante en Michigan, Estados Unidos, donde el presidente Joe Biden visitó una planta de Ford, para reclamarle por el cese del apoyo a Israel.. Imagen: AFP


“Hemos visto cómo en el mundo occidental no se asocia a Palestina con las luchas feministas. De hecho se da por sentado, que no hay posible intersección o alianza entre el feminismo y la lucha palestina. Las feministas palestinas, en cambio, continúan pensando que el feminismo es una lucha en contra del proyecto de ocupación colonial, de opresión y violencia de género. Se niegan a separar el feminismo de las problemáticas anti-coloniales, del mismo modo en que viene ocurriendo en América Latina”, dice la abogada, profesora y activista palestina Samera Esmeir.

La violencia del gobierno de Israel, a cargo del ultraderechista Benjamín Netanyahu, contra Palestina entró en estos días en una nueva escalada histórica. Ha circulado en particular el video, filmado en tiempo real, del ataque aéreo israelí dirigido intencionalmente contra un edificio de doce pisos donde se ubicaban las oficinas de la agencia internacional The Associated Press y otros medios de prensa en la ciudad de Gaza. Menos conocido tal vez es que horas antes había sucedido otro ataque aéreo contra un campo de refugiadxs muy poblado en la misma ciudad, donde murieron sobre todo niñxs. Los ataques aéreos, al día de hoy, se cuentan por decenas.

Este nuevo episodio de brutalidad tiene como momento inicial una expulsión: las protestas palestinas para evitar desalojos de varias familias, y el desplazamiento forzado de sus hogares, en los barrios de Sheikh Jarrah y Silwan, en Jerusalén. Luego siguió una feroz represión israelí en la mezquita de Al-Aqsa. Pero más que reproducir sin fin las escenas de destrucción, hay voces que ponen el eje en mirar nuevamente la resistencia palestina e incluso su afirmación de un vocabulario de la liberación más que el conocido de la autodeterminación. Es lo que propone Samera Esmeir en esta conversación.

Samera Esmeir

Samera nació en la ciudad de Haifa, la ciudad palestina que en la guerra de 1948 fue ocupada por las fuerzas sionistas, tras el fin del mandato británico en Palestina. Su familia fue parte de quienes fueron encerrados en un barrio pobre mientras la ciudad era tomada por completo. Estudió abogacía en la la Facultad de Leyes de Haifa y en 1995 se mudó a Jerusalén Oriental para trabajar en el Centro de Apoyo Legal Cuáquero. “Era un centro ilegal que ofrecía apoyo legal gratuito a los habitantes de Jerusalén Oriental y a los palestinos de Cisjordania. Así empecé mi práctica como abogada”, nos cuenta. Detalla que los casos que le tocaban eran de dos tipos: derecho de residencia y desalojos. “En los años 90, el estado de Israel aceleró la revocación del estatus de residente de los habitantes palestinos de Jerusalén Oriental como técnica para su proyecto de limpieza étnica y de volver minoritaria a la población palestina: entonces, trabajé en esos casos para impedir la revocación del estatus”. Agrega que, por entonces Israel tenía planes de urbanización en Cisjordania, proyectando grandes calles. “Podíamos armar casos en contra de las órdenes israelíes de demolición que destruían casas en la zona. Fue así que nos enteramos de proyectos de desarrollo de autopistas, avenidas y calles, como parte de un proyecto de urbanización que obstruye la circulación de lxs palestinxs y que facilita la movilidad de los colonos”. Luego empezó a trabajar en un despacho de abogados en Jerusalén Oriental, representando a palestinxs en la Corte Suprema israelí. En el ínterin hizo una maestría en leyes en la universidad de Tel Aviv. Luego se fue a Nueva York a hacer un doctorado. Dice que entonces tomó la decisión de dejar de ejercer como abogada: “Me dí cuenta de que la ruta de la ley no era la ruta para poder liberar a Palestina”. Sin embargo, entonces co-fundó la revista Adalah Review, vinculada a un centro de apoyo legal en Haifa en defensa de los derechos de lxs palestinxs, o sea de alguna manera el trabajo legal continuaba, aunque por otros medios. Desde el 2005, se convirtió en profesora e investigadora en la Universidad de California en Berkeley, sin dejar su activismo.

¿Qué elementos, tanto históricos como coyunturales, permiten comprender mejor el ataque actual contra Palestina y, en particular, que el foco esté otra vez en Gaza?

Gaza y Cisjordania fueron ocupados en 1967 por Israel y así completó entonces la ocupación de Palestina. El proceso de paz empezó en los años 90 pero fue interrumpido y en 2005 Israel se retiró por completo de la Franja de Gaza, donde había pocos asentamientos, de manera unilateral porque no quería negociar con Palestina. Estamos hablando de un área total de la Franja de Gaza de 41 kilómetros de largo y entre 6 y 12 kilómetros de ancho, con casi dos millones de palestinxs, de los cuales un millón cuatrocientos mil son refugiadxs de la guerra israelí. Es una población muy densa en un espacio pequeño de tierra. Señalar la unilateralidad de la retirada es importante porque establece la superioridad de Israel y su no voluntad de negociar con lxs palestinxs.

En 2007, sin embargo, Israel impone un bloqueo en Gaza impidiendo cualquier movimiento por mar, tierra y aire. Dice que el bloqueo es porque lxs palestinxs votaron en sus elecciones por el partido islámico de Hamas: es decir, el bloqueo es un castigo al voto. La elección de Hamas fue considerada como un desafío al gobierno israelí y a su supremacía porque Hamas es abiertamente un movimiento de resistencia. Podemos decir muchas cosas sobre Hamas, y hay varias posiciones al respecto, pero la reacción de Israel y la comunidad internacional que la respaldó, fue que imponer el bloqueo en Gaza tenía que ver con que Hamas es un movimiento de resistencia armado. Entonces, por casi quince años dos millones de personas en Gaza han estado viviendo en esa pequeña porción de tierra bajo bloqueo. Gaza reúne así historias de desposesión y sintetiza un estado de pobreza de la mayoría.

La madre de Yaseen Hamad tira flores al cuerpo de su hijo durante el funeral en el West Bank. (EFE)

¿Cómo se ubica el bombardeo actual entonces?

En mi análisis, el actual bombardeo contra Gaza es una performance de supremacía. Una performance de que Israel puede y quiere destruir vidas cuando sea que se decidan a resistir. El bombardeo aéreo es la principal tecnología y la práctica clave en la performance de supremacía. Entonces, lxs palestinxs en Gaza respondieron enviando cohetes para atacar Israel. Estos cohetes son caseros porque Palestina no tiene el poderío militar de Israel. Y es esa la resistencia que cada vez Israel intenta aplastar. Esta ocasión, cuando estaban intentando desalojar hogares palestinos de Jerusalén, hubo un llamado de activistas palestinos pidiendo apoyo a Gaza, para ayudarles con la resistencia. Gaza respondió enviando cohetes en apoyo a la gente que luchaba contra los desalojos en Jerusalén este. Y así es cómo este nuevo episodio de destrucción empezó. Pero recordemos que Israel no necesita que haya cohetes para atacar en Gaza. Solo para hablar de la última década, entre 2012 hasta 2021 Israel continuó con rutinas, estructurales o esporádicas pero rutinas al fin, de bombardeo contra la Franja de Gaza. Recordemos que desde el 30 de marzo 2018, el día de la Tierra, hasta diciembre de 2019, Gaza participó en la que se llamó la Gran Marcha del Retorno demandando el fin del bloqueo y el retorno a los hogares mientras que recibían cientos de balas del ejército israelí. La marcha pacífica continuó aún cuando decenas fueron asesinados y cientos heridos. Lxs palestinxs en Gaza son asesinadxs cada vez que muestran algún signo de resistencia. Israel no tolera esto porque aspira al control total y a la pacificación total. No hace falta decir que esto es imaginario porque es imposible de lograr.

¿Cómo sintetizarías las demandas históricas de la lucha palestina por la autodeterminación? ¿Sigue siendo ese el vocabulario principal de los reclamos?

La ironía es que lxs palestinxs están siendo obligadxs a reconocer a Israel como un Estado para el pueblo judío, pero eso implica reconocer la autodeterminacion de los judíos en su tierra mientras que, al mismo tiempo, es su propia autodeterminación la que está negada. Ningún documento reconoce la autodeterminacion del pueblo palestino. Dicho esto, en el momento actual de la lucha palestina, el lenguaje no es el de la autodeterminación, incluso cuando fue muy importante por muchas décadas, porque fue el lenguaje de los movimientos anti coloniales de la segunda mitad del siglo veinte y porque se convirtió en una herramienta legal contra la colonización. Y Argelia fue un ejemplo para la organización de la liberación palestina, por ejemplo. Pero volviendo a este momento coyuntural, no escuchamos el lenguaje de la autodeterminación, sino otro lenguaje incluso preexistente: el lenguaje de la liberación, de la libertad. Liberación solía ser el concepto principal de la lucha palestina y ahora está de nuevo surgiendo.

¿Qué diferencias implica?

Este lenguaje está menos interesado en la cuestión de la estatalidad y más interesado en deshacer y destruir la tecnología colonial de gobierno y sus operaciones. Liberar es descolonizar. Liberar es lograr libertad. Liberar es deshacer la estructura de ocupación y conseguir dignidad y equidad en nuestra tierra. Liberar es deshacer el estatus de refugiadxs y permitirles volver a su hogar. Esta es la diferencia hoy entre el lenguaje de la liberación y el lenguaje de la autodeterminación. Quiero repetir: la lógica de la estatalidad puede volver a emerger y es parte de lo que introduce el liderazgo convencional, pero la gente en las calles no canta por la autodeterminación ni por la estatalidad después de todo lo que se intentó en relación a la promesa de estatalidad por casi tres décadas, desde el acuerdo de Madrid en principio de los 90. El lenguaje hoy es un revival de un concepto anterior de liberación. Nadie está analizando esto, pero esta diferencia y este revival es importante. Todavía no sabemos las consecuencias que tendrá.

Han habido muchas manifestaciones en Palestina, donde sobresale la presencia joven. ¿Podrías explicarnos cómo el derecho al retorno, ese que impulsó las marchas los últimos años, y la oposición a la solución de los “dos estados” se expresó estos días concretamente en las calles?

El derecho a regresar ha estado en el centro de la lucha palestina hace ya varias décadas, mientras se discutía la opción de los dos estados. Lxs refugiadxs palestinxs se sentían excluídxs del proyecto de solución vía los dos estados y continuaron demandando el derecho a regresar. Lxs refugiadxs se han convertido en una fuerza central de la lucha palestinx. O sea, habían sido centrales ya en los años 60 y 70, pero los Acuerdos de Paz de Oslo los habían marginado porque Israel no permitía que regresen porque eso desarticularía la mayoría israelí en el territorio. Han habido algunas propuestas que permitirían el regreso de algunos pocos a Cisjordania. En los Acuerdos de Paz, la OLP (Organización de Liberación Palestina) dejó de lado el tema de lxs refugiadxs para negociaciones futuras. También el tema de los asentamientos, de Jerusalén y la cuestión del agua. Es decir: cuatro temas centrales para la vida palestina fueron dejados de lado para que avanzaran los acuerdos de Oslo. Pero son los temas más centrales en cierto modo. Lxs refugiadxs palestinxs han estado imponiendo sus propias demandas en sus movilizaciones y en sus organizaciones. Hay también un movimiento dentro de Israel, de palestinxs que fueron desplazadxs dentro de su propia tierra, como mis padres, como yo, y hay un movimiento de regreso dentro del territorio mismo. En mi aldea, por ejemplo, los jóvenes y los mayores regresaron hace unos años, retomando la vida en la aldea destruída. Lo hicieron durante un año hasta que Israel los expulsó, otra vez. En las calles ves personas de todas las generaciones y el reclamo es por nuestra existencia, por nuestras vidas, generando espacio para que regresen lxs refugiadxs más allá de la forma política que tome Palestina. Esto es un cambio radical muy reciente aunque recordemos que esta era la demanda de la OLP cuando se formó en los años 60.

Manifestantes en Chile en defensa de la resistencia Palestina (EFE)

Se habla de un cambio generacional, tanto en el liderazgo como en las movilizaciones. ¿Cómo caracterizarías ese cambio?

La OLP, que en los 80 decíamos que era la única representación política de lxs palestinxs porque queríamos que el resto del mundo la reconociera como nuestro movimiento de liberación nacional, se transformó en la Autoridad Palestina que gobierna en particular Cisjordania. Hoy está haciendo el trabajo de ocupación en Cisjordania. No es ningún secreto, ya que está en todos los acuerdos publicados. Ellos tienen lo que llaman la coordinación de seguridad: esto significa que la Autoridad Palestina en Cisjordania colabora y coopera con Israel, le entrega información sobre las personas a quienes debe detener, liderada por una facción, Fatah, y algunos de sus aliados. La nueva generación está harta de esa organización. Y lo que están haciendo hoy es reactivar otra historia de lucha, una que ya no está interesada en lograr un estado, sino en la liberación de Palestina. Pueden articular una lucha que no está limitada por los lenguajes de la ley y la diplomacia internacional.

En ese sentido, ¿qué significó el llamado a huelga general esta semana?

La huelga general desafía el desmembramiento de la sociedad palestina. Cuando las fuerzas sionistas ocuparon Israel en 1948 inmediatamente desmembraron la sociedad palestina en tres grupos. La mayoría de lxs palestinos se convirtieron en refugiadxs, en Líbano, Siria y Jordania. Una minoría permaneció dentro de Israel y se les dio ciudadanía israelí. En 1967 Israel ocupa Cisjordania, incluyendo Jerusalén Oriental y Gaza y les impone un gobierno militar. La historia que se dibuja es una de fragmentación de la comunidad política en por lo menos cuatro partes: lxs palestinxs del 48, lxs palestinxs viviendo bajo ocupación en Gaza y Cisjordania, lxs refugiadxs palestinxs en la diáspora y en campos de refugiados, y lxs palestinxs residentes de Jerusalén Oriental. Después de la ocupación de la Jerusalén palestina en 1967, Israel anexó ese territorio, no se les dió ciudadanía israelí a lxs residentes palestinxs de la zona ocupada para no desestabilizar la mayoría y supremacía isrealí en el territorio, pero se les otorgó residencia a lxs palestinxs de Jerusalén. Una residencia como la que se le daría a un inmigrante que llega a un nuevo país que logra obtener una visa. O sea, es gente que queda marcada como no perteneciendo a ese territorio.

¿La huelga general funcionó como un acto de conexión de todo eso?

Sí, porque estamos desmembrados, quebrados y rotos como sociedad, en grupos con diferentes identidades y aspiraciones. Lo que hace la huelga general es que consolida, agrupa, y colectiviza a lxs palestinxs. Ese es su mayor éxito. Reúne a lxs palestinxs en su tierra. Por primera vez en muchas décadas somos un pueblo palestino, con nuestras pluralidades, nuestras diferencias, y emergemos como uno. Esta huelga nos da una aspiración colectiva. La belleza de la huelga es que, cada unx desde su lugar, nos permite participar a todxs. No miramos acciones a la distancia. La huelga, además, habla sobre el acto de protestar, sobre las confrontaciones que ocurren de modo cotidiano en los checkpoints. Hemos estado viendo potentes y bellas actividades ligadas a la educación, tours dentro de los territorios palestinos que buscan re-educarnos sobre la conexión a la tierra. El día de la huelga general hablamos de esa belleza, de la unidad, de prefigurar un futuro, de una libertad que llegará, pero en este día nuestro corazón también está roto porque Gaza se ha convertido en el laboratorio para la destrucción, para el bombardeo y los rituales de supremacía israelí. Es por y para Gaza que está sucediendo esta huelga general.

¿Cómo ha sido la respuesta de la comunidad internacional? ¿Y desde Estados Unidos en particular?

La respuesta de la comunidad internacional ha sido muda. Y nadie debería de esperar otra cosa más que EEUU defendiendo el derecho de Israel a defenderse porque financian esta guerra. Hace sólo unas semanas EEUU le dió a Israel cientos de millones de dólares en financiamiento militar. Lo que sí están haciendo, que es bastante común cada vez que bombardean Gaza, es darle tiempo a Israel para defenderse y después, gradualmente empiezan a hablar sobre la necesidad del cese de hostilidades. Y después de dos semanas, generalmente, hay un alto de fuego. Pero de hecho le dan a Israel dos o tres semanas para que complete su destrucción de la resistencia en Gaza y también la destrucción de de las posibilidades de vida y de insurgencia en contra de la ocupación israelí. Ya es un ritual conocido. También sabemos que cuando Israel llega hacia el final de su campaña intensifica sus ataques. Estos días estamos siendo testigos de una destrucción horrorosa, porque Israel sabe que tiene licencia internacional de continuar destruyendo por unos par de días más hasta que la comunidad internacional participe en otro ritual más de negociación de un alto del fuego.

Claro, pero las protestas en el mundo fueron rápidas y en muchísimos lugares. Incluso varias conexiones entre la represión en Palestina y en Colombia, con carteles que se viralizaron...

Sí. Hay protestas en todo el mundo, y en el mundo árabe también, porque los estados árabes han abandonado a lxs palestinxs, pero no lo han hecho los pueblos árabes. Esta solidaridad es importante para que sepamos que no estamos reducidxs a los estados a los que pertenecemos, y a su orden internacional. Tenemos otras existencias políticas que importan en la lucha contra la desposesión, contra la colonización, y contra el racismo. Hay muchas conexiones y puntos de convergencia y obviamente diferencias con lo que está sucediendo en Colombia. La huelga de Colombia es contra las medidas neoliberales y la de Palestina es contra el proyecto de ocupación colonial, del llamado colonialismo de colonos (“settler colonialism”). Pero hay convergencias en relación a la desposesión y la violencia racista. Nos corresponde poner en diálogo estas prácticas y procesos de desposesión y racismo para poder cartografiar otro mapa del mundo, más allá del que está satisfecho con representar al mundo a través de los estados nación.

¿Cuál es el rol de los colectivos feministas palestinas y el impulso de acciones transnacionales de apoyo y solidaridad?

Palestina siempre ha tenido colectivos y luchas feministas desde el comienzo de las luchas palestinas anti-coloniales. Yo participé en esas luchas en los 90 cuando terminaba la secundaria y empezaba la facultad. La agenda feminista ha cambiando durante estos últimos años. En particular, ha habido un vuelco hacia la oenegización en Cisjordania, donde el apoyo internacional llega de la mano de talleres de capacitación. Es una agenda vía las ONG que separa las luchas feministas de la lucha palestina, que convierte al feminismo en una cuestión de igualdad de género principalmente, aunque también aborda cuestiones de violencia doméstica contra las mujeres. Pero no tiene ningún interés en explorar la intersección de raza, clase y género. Las feministas palestinas, en cambio, continúan pensando que el feminismo es una lucha en contra del proyecto de ocupación colonial, de opresión y violencia de género. Hace dos días la coalición de mujeres de Jerusalén hizo una declaración en apoyo a la lucha Palestina en contra de la ocupación colonial, enfocándose en cómo ha afectado de modo desproporcionado a mujeres, niñes, embarazadxs. Pero también hemos visto cómo en el mundo occidental no se asocia a Palestina con las luchas feministas. De hecho se da por sentado, de modo generalizado, que no hay posible intersección o alianza entre el feminismo y la lucha palestina. Por eso, las feministas palestinas en EEUU han insistido en categorizar la cuestión palestina como una cuestión feminista. Hace poco un colectivo feminista palestino en EEUU emitió una carta de amor a la gente en palestina aclamándolos por la incansable insistencia de permanecer en sus tierras, y describiendo esa lucha de perseverancia y potencia como una inspiración para la lucha feminista. Esta renovada lucha feminista, que se está dando principalmente por colectivos feministas palestinos en la diáspora, insiste en lo que siempre ha sido fundamental para la lucha feminista palestina previa a la ONGeización: la lucha contra todas las formas de opresión incluyendo la opresión del proyecto racista de ocupación y opresión colonial. En Palestina hay varios grupos feministas cuyas intervenciones se posicionan en la intersección de problemas de violencia género, en particular femicidios por familiares, y el modo en que la Autoridad Palestina ha encubierto a los culpables y asesinos. O sea que la lucha feminista se posiciona en contra de la Autoridad Palestina y de Israel. Las feministas se niegan a separar el feminismo de las problemáticas anti-coloniales, del mismo modo en que eso viene ocurriendo en América Latina, y en tantos otros movimientos feministas en el mundo hoy. O sea que la lucha feminista se ha convertido en un gran paraguas para fomentar y apoyar todo tipo de luchas en contra de la opresión colonial, la subyugación, el racismo y la violencia de género.