martes, 20 de marzo de 2018

SOLIDARIDAD CON LAS JUEZAS Y JUECES, FUNCIONARIOS Y EMPLEADOS de CHUBUT



Asociación Nacional de Jueces y Juezas del Trabajo

La Asociación Nacional de Jueces y Juezas del Trabajo (ANJUT) hace pública su solidaridad con los Magistrados, Funcionarios y Empleados de la Provincia de Chubut, frente a la difícil situación por la que se ven obligados a transitar, en cuanto a la percepción escalonada de sus legítimos haberes mensuales, fuera de los plazos legales, considerando ésta una afrenta de inusitada gravedad institucional.

El Poder Ejecutivo Provincial debe garantizar las condiciones necesarias para que los Jueces puedan ejercer su rol, libres de cualquier sombra o preocupación económica que afecte el normal desenvolvimiento de su vida, propia y familiar, generándoles zozobra e inseguridad, al igual que funcionarios y empleados que sustentan la función esencial del sistema de justicia.

Tratase de una violación a la garantía de intangibilidad, que lesiona normas constitucionales e internacionales, a la vez que socava la necesaria independencia del Poder Judicial, férrea garantía modeladora del sistema democrático y republicano de gobierno.

Rosario, 16 de marzo de 2018.



Luis A. Raffaghelli            Lucia Aseff         Emilio Romualdi   Susana Perkins
   Presidente                   Vicepresidenta 1ª  Vicepresidente 2º     Secretaria


viernes, 9 de marzo de 2018

INTERVENCION DE LA ASOCIACION NACIONAL DE JUECES Y JUEZAS DEL TRABAJO (ANJUT) ANTE LA CIDH

VIDEO QUE PRESENTA LA INTERVENCION DE ANJUT EN LAS PALABRAS DE SU VICE PRESIDENTA DRA. LUCIA ASSEF PRESENTANDO LA QUEJA ANTE LA COMISION INTERAMERICANA DE DERECHOS HUMANOS (CIDH) EN DEFENSA DE LAS JUEZAS Y JUECES DEL TRABAJO DENUNCIADOS POR ORGANISMOS DEL GOBIERNO CENTRAL ARGENTINO POR EL CONTENIDO DE SUS SENTENCIAS Y RECLAMANDO LA INDEPENDENCIA JUDICIAL.

Luis Raffaghelli
Presidente
ANJUT

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Reflexiones sobre la marcha

Opinión
La Larga Marcha
Los que vemos con extremo recelo lo que a veces suelen denominarse “logros de la globalización”, con su universalización compulsiva de imágenes, consumos y elecciones políticas, comprobamos en las grandes movilizaciones del Día de la Mujer lo que se anuncia como una gran respuesta, un canon fundado, raigal y novedoso de resistencia a los poderes más lúgubres de este estadio histórico de la humanidad. Luego de estas masivas demostraciones, no será posible pensar la política en su acepción más transformadora, sin que se revisen los conceptos sobre lo humano, la vibración recobrada de los discursos públicos y la crítica lúcida sobre toda elaboración de un poder, de todo poder.
El movimiento feminista tiene mil rostros, tanto históricos como contemporáneos. Toca, en sus extensiones más largas, el modo en que los sistemas de producción más crueles tratan el trabajo femenino; el modo en que se viven las vidas domésticas con sus micro situaciones donde el hábito no cuestionado humilla; el modo en que la lengua ha trabajado milenariamente sobre problemas que ya daba por decididos en su neutralidad, y sin embargo involucraban desigualdades invisibles. Nada de esto contiene facilidades a la vista, pero el debate ya está en todos lados.
El rasgo común de la igualdad laboral tiene una calidad específica para ser elaborada; la despenalización del aborto, otra; el femicidio, otra; el acoso, otra; los estilos de la lengua que cristalizan formas de poder, otra; el enjuiciamiento de las fórmulas encriptadas que convierten el viejo arte de la seducción en indignos mazacotes de la lengua, otra. El movimiento feminista se presenta pues como un hilo fortísimo y alargado que une las cuentas de los derechos de las mujeres –que se hallan en diversos grados evolutivos en cada región del mundo–, y llega hasta la revisión de las lógicas sexuales que acompañaron el complejísimo ciclo del mundo moderno, desde el matrimonio burgués puritano hasta la familia ampliada –como entre los antiguos romanos–, pero con exclusión del patriarcalismo.
Justamente este concepto, el de la crítica a la vida patriarcal, es un núcleo esencial del movimiento. Lo que implica una apuesta cultural de extensísimo aliento, pues se encuentra en la altísima escala de una discusión sobre las estructuras más perdurables de la civilización. Cuando Foucault percibió que su gran concepto de disciplinamiento o micro política en algún momento debió ponerlo a jugar en relación a la historia del capitalismo, no parece que esté ocurriendo de otra manera en el movimiento feminista argentino. Nadie dice que será fácil, pero el magnífico evento que nos toca ver es la fusión de este movimiento pluri-asambleario con los movimientos sociales del país, lo que exige que ninguno pierda la singularidad de sus demandas.
El documento que se leyó en el Plaza del Congreso fue sapiente y tuvo en cuenta todos los descubrimiento ya tradicionales del feminismo en cuanto a su lógica de derechos laborales –así como sus inicios fueron en torno a los derechos cívicos–, pero además, como situación de incalculables alcances, la ampliación de derechos a personas que eligieron renovar sustancialmente el derecho –llamando dramáticamente la atención pública– sobre nuevas opciones sexuales. Los acontecimientos vinculados a la Marcha mundial de altísima calidad en cuanto a imaginación política, tendrán nuevos ámbitos para demostrar su creatividad, que en estos nuevos tiempos se concentró en la Argentina en la consigna “ni una menos”. Es decir, señalar un tema notable con una frase inusual, que indica la tragedia de una falta. Allí hay un nudo; una trabazón de sangre que el movimiento femenino toma a su cargo como un fuerte alerta para todos los movimientos políticos, todas las organizaciones sociales y todas las religiones.
Por otro lado, esta enorme fuerza social tiene deberes adquiridos en relación paralela a su importancia política. Reformular precisamente la idea de poder, ya no dicha como una receta acumulativa incapaz de revisar sus raíces sociales, y encarar las necesarias leyes de despenalización de la interrupción voluntaria de una gestación, esto con todas las dimensiones éticas que quedan implicadas. Se propone con ello un tema fundamental de defensa de la vida. Se enfrentan entonces las feministas con una decisión cuyo sustento no puede abandonar el terreno ético, por el mimo motivo que se defiende un tópico de gran hondura, enraizado en intensas argumentaciones sociales.
No parece necesario evitar el debate teológico y religioso, pues la interpretación de la vida tiene que excluir esquematismos de pobre resolución del tema. El asunto fundamental del feminismo, el aborto legalizado y gratuito en función de la vida, que no es secreto para nadie que siempre estuvo en su corazón, tiene también envergadura necesaria para discutir esta honda cuestión con todas las creencias que han fundado las religiones mundiales. No deberá ser difícil encarar con delicadeza, conocimiento y profundidad la cuestión de la natalidad, el sexo y la familia con las Iglesias de todo tipo, pensándolas como entidades históricas, lo que tampoco impide verlas razonablemente con otros ritmos en cuanto a la aceptación de los diversos tiempos históricos.
Solo queda agregar el inoportuno oportunismo –si se acepta el trocadillo–, con el cual, el gobierno encaró la marcha. El feminismo, es cierto, atraviesa todos los credos políticos. Pero no es un aerostato que flota en multitudinaria soledad por el aire. Pero así lo cree el gobierno y lo cree la televisión corporativa, que cortaba la transmisión cuando se escuchaban cantitos contra Macri, diciendo “queremos escuchar casos concretos, no utilización política”.
La marcha está animada por sus consignas específicas. Sin ellas, no sería una marcha feminista con su rebosante singularidad, aunque las identidades políticas de las mujeres hayan estado presentes, como no podía ser de otra manera. Pero por eso mismo, sus “casos concretos” ya no pueden ser solamente materia prima de la televisión oficial, que disuelve así el vigor de lo común, sino que lo colectivo ya forjado, contiene de por sí todas las reivindicaciones en abanico, ramificadas y vueltas a agrupar de modo incesante. En medio del baile, el jolgorio y la preocupación colectiva, todo esto lo hemos visto en la larga marcha. Por su propia gravitación, su politicidad no puede ser sino adversa a los lastimosos ejercicios del gobierno para neutralizarla.
* Sociólogo.

la lucha por los derechos sociales y contra el ajuste

Una masiva columna sindical se movilizó por el 8M
Mujeres trabajadoras contra el ajuste
Las mujeres de la Corriente Federal, las dos CTA y los movimientos sociales incorporaron el reclamo sobre el efecto de las desigualdades y abusos que viven en el mundo laboral y que se agudizan con las políticas neoliberales.
Las mujeres sindicalistas conformaron una de las columnas más numerosas.
Las mujeres sindicalistas conformaron una de las columnas más numerosas. 
“La cumbia de la unidad
la bailan las trabajadoras
la derecha no la baila
porque es explotadora...”
La marea de mujeres en general y la columna de las representantes y militantes sindicales en particular, demostraron que la alegría no es contradictoria a la dureza del reclamo por las desigualdades y abusos que viven en el mundo laboral. Así, entre cánticos, bailes, risas, abrazos y besos repudiaron la política económica del gobierno de Cambiemos, la brecha salarial, la precarización laboral, los despidos tanto en el Estado como en sector privado y encima el trabajo no rentado que implica el cuidado de los hijos, su alimentación y educación. Todos esos reclamos y muchos más se unificaron detrás de una consigna: Mujeres trabajadoras contra el ajuste.
Poco después del mediodía comenzaron a llegar las diferentes representaciones de gremios que si bien están en la CGT se referencian en la Corriente Federal de los Trabajadores (CFT). También lo hicieron aquellas que militan en la CTA de los Trabajadores y la otra, la Autónoma. Y luego los movimientos sociales como la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular, Barrios de Pie, la Corriente Clasista y Combativa (CCC) y el Frente Milagro Sala, entre otros. Historias, orígenes e incluso realidades diferentes pero que, valga la paradoja, la desigualdad las igualas por el hecho de ser mujeres. Ojo, no son ni de cerca la rama femenina de los gremios sino fundamentalmente mujeres sindicalistas.
Estela Díaz, secretaria de Género de la CTA de los Trabajadores, lo sostiene y le agrega un detalle importante: “Mauricio Macri dice que quiere la igualdad entre hombres y mujeres. Es cierto pero nos quiere igualar a todos en pobreza, precarización y desempleo”. Estela es una de las coordinadoras de la columna sindical, la consultan, ordena y hasta pide calma ante la duda de algunas militantes que creen que las columnas de los partidos políticos no respetarán el orden acordado para el ingreso a la Plaza de los Dos Congresos. Poco a poco se ordena la columna delimitada por una soga que impide el ingreso de cualquiera y que sostienen militantes de los diferentes gremios que participan. Así se intercalan pecheras verdes de ATE Capital, negras del sindicato de Curtidores, violetas de la Asociación Bancaria. Un multicolor cuya efervescencia, como sostuvo Estela Díaz, ya rebalsa y promete ser mayor con el correr de las horas. No se equivocó.
En la primera fila, sosteniendo la larga pancarta, está Gabriela Reartes que llegó desde Salta como representante de la Asociación de Trabajadores Rurales y Estibadores. Antes que nada advierte que Uatre no las representa y que la Corriente Federal las reconoce como parte del movimiento obrero. “Nuestra lucha es visibilizar a la mujer trabajadora que en la tarea rural es la más discriminada, esclavizada y la peor pagada. En mi provincia los dueños de la tierra están en el gobierno y no podemos esperar su ayuda”, dice y agrega que su provincia “es muy machista y conservadora”. Gabriela trabaja en el tabaco donde el peor puesto es en los hornos secadores de la hoja. “Los vapores que emanan son tóxicos, las mujeres pierden sus dientes y envejecen prematuramente”, describe y a su alrededor se hace un silencio entre las que la escuchan.
Andrea Herrera es delegada de Atilra (lecheros), el gremio que el gobierno usó para flexibilizar el convenio colectivo. “Nuestro trabajo está limitado a una pocas tareas cuyo escalafón, aún el más alto, recibe un salario menor con respecto al de los hombres. Pero ahora, con el avance de la tecnología podemos asumir otras tareas que antes eran exclusivas para el varón. Es parte de nuestra lucha”, afirma. A unos metros está Vanesa Siley, titular del Sitraju (judiciales) y se muestra exultante por la cantidad de mujeres que se desplazan al son de consignas, carteles y batucadas. “El 8M ya forma parte de la agenda de lucha del campo popular y estamos forjando en este ámbito colectivo y democrático una unidad que nació con el ni una menos pero que ahora las centrales sindicales están levantando la bandera de las mujeres trabajadoras que son las primeras en sufrir la precarización y los despidos”. 
Claudia Lazzaro es pura energía, habla, camina, ordena, canta a voz en cuello y sonríe. Es la secretaria de Género y Derechos Humanos del sindicato de Curtidores. Está pletórica de emoción por lo mágico de la marea de mujeres trabajadoras “que luchan todos los días contra el ajuste y que somos las que por segunda vez le hacemos un paro a Macri”. Es por eso que pronostica sin dudar que más temprano que tarde “la CGT será conducida por una mujer”, dice y la compacta columna comienza a llegar a la plaza.

Equidad e igualdad de genero...la marcha condensa muchas lucha y muchos derechos conseguidos

Tantas minas juntas sonriendo
Imagen: Télam
Dice el cartel que sostienen dos adolescentes: “Si la revolución feminista es    inevitable, relájate y goza”. Entonces, a cumplir la consigna. A relajarse y a gozar en medio de esta marcha de miles y miles de mujeres que sonríen a ritmo de candombe.
Viene una flaca en topless. Tetas chicas coloreadas. En el cuerpo tiene pintada una consigna con tinta negra: “Lo personal es político”.
Otra usa sus tetas grandecitas, y bamboleantes, para llamar la atención con una consigna distinta: “El odio lesbotrans mata”.
Hay muchas adolescentes de escuela secundaria y chicas mayores de las facultades y los sindicatos, o de los movimientos sociales. Casi todas llegaron para marchar en grupos grandes pero a veces deambulan de a dos o de cuatro. Difícil encontrar aquí una mujer sola. Ahí va una. Es una muy menudita que no debe pasar de los trece y lleva una remera blanca. Anda despacio para que haya tiempo de leerle lo que busca transmitir. “Quiero caminar sin miedo.” 
No hay bombos pero sí redoblantes y tamboriles. Ta-ta-ta/tatá, ta-ta-ta/tatá, ta-ta-ta/tatá. Le dan con todo, revolviendo la cabellera, y solo se dejan tiempo para pasar el agua mineral y seguir dándole. Tocan las de verde, con los pañuelos del aborto libre, seguro y gratuito, y las de violeta, con el color del paro internacional de mujeres. Y las de verde y violeta combinados. Casi siempre llevan el verde y el violeta también en la cara, con brillito. O en los párpados. O en los brazos. O en el vientre al aire que permite este fin de verano. 
Cerca del monumento a Julio Argentino Roca, el exterminador de indias e indios, canta uno de los pocos grupos que no apeló al candombe. Son copleras, como en la Puna. “A violencias patriarcales/ feministas resistiendo”, suena la copla que marcan las cajas y las voces suaves sobre las que resuelta una solista de timbre agudísimo.
La palabra de moda en los movimientos sociales es “visibilización”. Hacer visibles los problemas ocultos para, se supone, pelear por las soluciones. Si hay algo visible en los últimos tiempos de la Argentina es esta marcha donde la creatividad no es solo grupal. Cada mujer parece haber decidido que, además de participar en alguna columna o en la concentración gigantesca, ella misma es portadora de un mensaje. Y por eso hay cientos de miles de mensajes variados, con todos los matices de tono, letra y calibre. Casi ninguna en Avenida de Mayo y en las calles que la cortan está desprovista de un lema. Lo lleva encima. A veces en la ropa. A veces en un cartel que se enarbola con palito. A veces en una publicidad sandwich, con papeles en el pecho y en la espalda. Casi siempre sobre la piel. 
“El silencio nos hace cómplices”, se lee sobre una señora mayor que se nota en medio del mar de péndex.
“Ni yuta ni tuya”, dice el texto que flamea sobre una remera gris. 
Una remera blanca se pregunta: “¿Por qué seré tan puta?”.
Pasa corriendo una blusa violeta: “Yo aborto al patriarcado”. Y al lado: “Puta pero no tuya”. Y al lado: “Despedidas del Hospital Posadas”. Y al lado: “En el INTI no sobra nadie”. 
Casi esquina Tacuarí un cartel exhibe el dibujito de una excavadora tipo hombres trabajando. Dice: “Disculpas, nos están matando”. 
“A-cá-están/ labrujas...”, empieza el cantito tipo cancha en Hipólito Yrigoyen y Chacabuco. Da la sensación de que no habla de la jabru usada como sinónimo de la patrona o cualquier otra acepción patriarcal y antigua de pareja. Habla de brujas como las de Salem. Es decir, mujeres quemadas en la hoguera. Es decir, en las diferentes formas que las hogueras tomaron y siguen tomando.
Raro lo que pasa. El drama está en cada palabra y en la historia pintada en cada cuerpo. Pero no es un clima de tragedia el que surge de la marcha. Se parece más al orgullo colectivo, al desafío, a la alegría de haber dado este paso enorme. Disculparán las feministas si la frase es políticamente incorrecta, pero no sale escribirla de otra manera: en la historia argentina debe ser difícil encontrar otro ejemplo de tantas minas juntas, en concentraciones casi sin hombres, marchando. Y seguro que nunca hubo tantas minas juntas sonriendo. 
Si la revolución feminista es inevitable, relájate y goza.
Hecho.