Recuerdos del futuro1
No inventaron nada los golpistas de 1976. Si hubieran sido más afectos a la lectura de la historia que al cambio brutal de su curso, ni siquiera hubieran tenido que copiar sus proclamas de las del 30, el 43, el 55, el 62 o el 66. Les hubiese alcanzado con leer los bandos –firmados por Lavalle y redactados por los civiles golpistas– en los que llamaban “revolución” a su golpe de Estado.
Los integrantes del grupo rivadaviano, primeros endeudadores del país, tras dejar un Estado nacional en ruinas, con una situación internacional gravísima y una guerra ganada en los campos de batalla pero perdida en los papeles, se retiraron del gobierno pero no del poder. Le dejaron a Manuel Dorrego una maldita herencia con mínimos márgenes para innovar o cambiar el rumbo de la economía y la política. Pero Dorrego, enfrentando poderosos intereses, suspenderá el pago de la deuda, aplicará medidas de gobierno en defensa de los sectores populares e intentará una política de acercamiento con los gobernadores de provincia buscando evitar el naufragio y la disolución de la nación. A diferencia de su asesino, Dorrego no tiene un romance a su muerte.
Casi como en un anuncio de los tiempos por venir, el futuro vicepresidente de la primera Corte Suprema de Justicia de la Nación, Salvador María del Carril, le aconsejaba a Lavalle falsificar un documento que hiciera de acta judicial: “Me tomo la libertad de prevenirle que es conveniente recoja usted un ‘acta’ del consejo verbal que debe haber precedido a la fusilación. Un instrumento de esta clase, redactado con destreza, será un documento histórico muy importante para su vida póstuma. El señor Gelly se portará bien en esto; que lo firmen todos los jefes y que aparezca usted confirmándolo […] Juro y protesto que colocado en un puesto elevado como el de usted, no dejaría de hacer nada útil por vanos temores. Al objeto, y si para llegar siendo digno de un alma noble, es necesario envolver la impostura con los pasaportes de la verdad, se embrolla; y si es necesario mentir a la posteridad, se miente y se engaña a los vivos y a los muertos”.
Pero Lavalle, un poco más digno que Del Carril, le contestó: “No soy tan despegado de la gloria, que si la muerte del coronel Dorrego es un título a la gratitud de mis conciudadanos, quisiera despojarme de él; ni tan cobarde, que si ella importase un baldón para mí no pretenda hacer compartir la responsabilidad de ese acto con personas que no han tenido parte alguna en mi resolución”.
Así nació la Corte Suprema de Justicia pergeñada por Bartolomé Mitre tras la unidad a palos después de Pavón.
Otro momento culminante en su historia fue la acordada tras el golpe cívico-militar del 6 de septiembre de 1930. A cuatro días del golpe, la Corte Suprema le dará legalidad sentando un precedente jurídico lamentable. Los máximos responsables de defender la justicia, el tribunal supremo de la Nación, les decían al país y al mundo que era legal dar un golpe de Estado:
...“En
Buenos Aires, a diez días de septiembre de 1930, reunidos en acuerdo
extraordinario los señores ministros de la Corte Suprema de
Justicia, doctores don José Figueroa Alcorta, don Roberto Repetto,
don Ricardo Guido Lavalle y don Antonio Sagarna y el señor
procurador general de la Nación, doctor don Horacio Rodríguez
Larreta, con el fin de tomar en consideración la comunicación
dirigida por el señor presidente del Poder Ejecutivo provisional,
dijeron: Que esta Corte ha declarado, respecto de los funcionarios de
hecho,‘que la doctrina constitucional e internacional se uniforma
en el sentido de dar validez a sus actos, cualquiera que pueda ser el
vicio o deficiencia de sus nombramientos o de su elección,
fundándose en razón de policía y de necesidad y con el fin de
mantener protegido al público y a los individuos cuyos intereses
pueden ser afectados”.
Perón, tomando como ejemplo a Roosevelt, amplió el número de miembros de la Corte para poder llevar adelante los cambios que el país necesitaba. Tras su derrocamiento, volvieron los de siempre, que avalaron el decreto 4.161 y los fusilamientos del 56.
Sucesivas Cortes recurrieron a la acordada del 30 para justificar los golpes de Estado y sus horrores.
Hoy, la Corte actual “honra” esa tradición de sociedad ideológica y económica con los poderes permanentes, porque como señaló “doctrinariamente” su presidente en un discurso en Chile, el derecho no puede nacer de una necesidad, siempre que esa necesidad claro provenga de los sectores más postergados de la sociedad.
Para las otras necesidades de sus mandantes están como los boy scouts: siempre listos.
1Diario Pagina 12 Bs.As. 20 de julio de 2023.
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