lunes, 3 de marzo de 2025

Analisis del contenido ideologico de la gestión Milei: el goce de la crueldad

 Fuente; Diario Pagina 12 Bs.As. Argentina. 3-3-2025


Cuatro profesionales de la salud mental analizan la gestión Milei

La estrategia de la crueldad

El médico psiquiatra Santiago Levín y los psicoanalistas Nora Merlin, Sergio Zabalza y Enrique Carpintero son algunos de los autores del libro "El goce de la crueldad", en el que se aborda desde diferentes perspectivas (política, ética, legal, psicológica, filosófica) la Argentina en tiempos de gobierno libertario y la oscuridad de una política violenta, despreciativa y discriminadora. 

Por Oscar Ranzani

3 de marzo de 2025 - 00:01


Santiago Levín, Nora Merlin, Sergio Zabalza y Enrique Carpintero.. Imagen: Sandra Cartasso

Hay libros que funcionan como pasatiempo y otros que buscan despertar conciencias adormecidas. El objetivo de El goce de la crueldad (Ediciones Continente) tiene que ver con el segundo concepto, pero no consiste solamente en brindar una panorama de la situación del país que se agota en unas líneas, sino que el análisis de cada capítulo permita comprender y otorgar herramientas de transformación de la realidad en la que están inmersos los argentinos. Compilado por Francis Rosemberg, en el volumen hay textos de notables autoras y autores que escribieron desde diversas perspectivas (política, ética, legal, psicológica, filosófica), y que analizan el fenómeno libertario. El título sienta posición: el gobierno de Javier MIlei se caracteriza por el empleo de la crueldad. El médico psiquiatra Santiago Levín, y los psicoanalistas Nora Merlin, Enrique Carpintero y Sergio Zabalza aportan en esta nota sus miradas y comentan los capítulos que escribieron.

--Santiago Levín escribe en el libro que "el problema con Milei no es su supuesta locura", sino "las políticas que implementa" porque su plan de gobierno es a conciencia y, de esa manera, debe asumir la responsabilidad que implican las decisiones crueles que toma. La idea es que no se convierta en un "juicio psiquiátrico", como dice, pero sí en una evaluación ciudadana de sus acciones de gobierno, ¿no?

Santiago Levín: --Exacto, lo que yo no escribí en ese momento es que, en lugar del juicio psiquiátrico, me parecía más interesante pensar en un juicio político. Ahora lo digo con todas las palabras. No me parece que sea bueno el camino de tratarlo de loco, por dos razones. Primero, porque todos los profesionales de la salud mental venimos trabajando y militando desde siempre contra la estigmatización. Entonces, una persona con un padecimiento mental no deja de tener ninguno de los derechos que tenemos todos los demás, incluso el derecho a ser elegido como presidente o presidenta. Entonces, meternos por ese camino nos coloca frente a una contradicción con nuestro propio discurso. Eso por un lado. Por el otro lado, me parece que estratégicamente, desde lo político, es una mala idea porque lo victimiza y le permite tener un instrumento argumental más a su favor. Y para cerrar muy rápidamente esta idea, yo creo que la crueldad no es el objetivo de este gobierno, sino que es un instrumento. El objetivo de este gobierno está bastante claro: disminuir lo más posible el tenor de la democracia y concentrar la riqueza cada vez en menos manos con el hambre creciente del pueblo. La crueldad y la violencia terminan siendo un instrumento estratégico que genera parálisis, una especie de anestesia subjetiva que favorece una menor resistencia en la aplicación de políticas claramente antipopulares. Los que trabajamos en Salud Mental vemos los efectos de ese tipo de políticas, pero creo que tampoco nos tenemos que enamorar del término "crueldad", como si con eso se explicara todo. Es un rasgo más, es un rasgo abyecto, incómodo, violento, doloroso, pero no es ese el propósito principal de este gobierno.

--Lo que pasa es que la crueldad se da en muchos campos, ¿no? Esa es la diferencia quizás con otros gobiernos. O sea, el tema de la crueldad se está viendo en demasiados espacios en los cuales el gobierno aplica políticas.

S.L.: --Yo creo que hay un cambio en el dispositivo sociocultural y por lo tanto en las subjetividades que nos toma un poco de sorpresa. Tengo la impresión, saliendo de mi profesión, y metiéndome en el campo social, que todavía no están los instrumentos teóricos suficientemente afilados como para entender ese cambio en la matriz sociocultural. Hay una generación nueva que no hemos tenido en cuenta. Vengo repitiendo esto con mucha frecuencia. Tenemos que poner atención en los menores de 30 años. Tenemos que prestar atención en los efectos de la pandemia, sobre todo en los más jóvenes. Y lo que en los '90 era el discurso antiestatal, ahora tiene un anexo, un plus que es el discurso antiestatal más la crueldad y la violencia discursiva y pragmática.

Sergio Zabalza: --Me gustaría introducir un matiz dentro de lo que está diciendo Santiago y respecto de la figura del Presidente. El Presidente tiene un rasgo muy claro que es el de gozar de hacer daño. Y no se trata tanto de un énfasis en caracterizar desde un punto de vista psicopatológico esto, pero sí nos lleva a preguntarnos qué hace que una comunidad hablante elija como presidente a un sujeto que ya está avisando antes de las elecciones "Voy a hacer daño". De manera que el psicoanálisis, por ejemplo, tiene algo para aportar. Freud escribió sus textos --algunos los denominan "sociológicos"--durante la República de Weimar y luego del ascenso de Adolf Hitler. En Psicología de las masas y análisis del yoEl problema económico del masoquismoMás allá del principio del placerEl malestar en la cultura apuntan a lo que él llamó pulsión de muerte y la necesidad de castigo de los seres hablantes por un empuje oscuro que nos habita. Si el campo nacional, popular, progresista, como lo queramos llamar, no toma nota de esto, vamos a seguir repitiendo este tipo de tragedias. Cristina Kirchner introduce dentro de su discurso una variante muy interesante. La frase hasta ahora era "Donde hay una necesidad, nace un derecho". Ella dice: "Donde hay una necesidad, nace un derecho y hay una responsabilidad". Y la manera de evitar que un pueblo o una persona caiga en esta necesidad de castigo es precisamente que se haga responsable. Dice Lacan: "El Marqués de Sade no era lo suficientemente vecino de su maldad". El no estaba advertido de que ese odio era odio contra él mismo. Es decir, que el odio que inocula de manera permanente toda esta suerte de nazi-fascismo a la que hoy estamos asistiendo, en definitiva, es un odio de sí contra el propio sujeto. Este odio a los negros, a los indios, a los "planeros" y demás es un odio hacia sí mismo. Esto es necesario aportarlo desde el punto desde el psicoanálisis, porque para eso escribió Freud en esa época.

--Enrique Carpintero coincide con Levín en el libro...

Enrique Carpintero: --Me parece que este es un punto polémico que está en todos los trabajos. Yo coincido con Santiago. Creo que implica un reduccionismo psicologista tildarlo de loco, de lunático. Y esto es muy claro: Freud, cuando analiza con William Bullit el trabajo del presidente Woodrow Wilson, plantea muy claramente una frase: que lunáticos hubo siempre e hicieron cosas importantes, ya sea para bien o para mal. Entonces, cuando se plantea esto no hay que hacerlo desde un lugar de la patología, sino ver los efectos que esto produce. Esto, inclusive, lo expresa muy bien Eric Fromm cuando analiza el nazismo, que dice que los factores psicológicos son necesarios pero no son lo causal del triunfo del nazismo o del fascismo. Me parece que éste es un elemento que es central, coincidiendo con lo que plantea Santiago. Es obvio que hay una crueldad, pero los factores que determinan son factores sociales, políticos que son centrales para analizar lo que pasa hoy con Milei.

--¿Y, en ese sentido, qué tiene para aportar el psicoanálisis?

Nora Merlin: --El psicoanálisis tiene mucho para aportar acá. Había todo un sentido común en la sociedad que decía "Este tipo está loco, es psicópata, es perverso, es paranoico". De todo. Los psicólogos y los psicoanalistas somos precavidos. Estamos de acuerdo que hay una ley de salud mental, que no es cuestión de diagnosticar así porque sí. Yendo en contra de la sociedad que ve esa locura, nosotros decimos: "No". Sin embargo, el artículo 1 de la Ley de Salud Mental habla del derecho a la salud mental de la sociedad. Entonces, empezamos a pensar que hay algo de esta gestión, un rasgo muy característico de gestión que es justamente la crueldad, el goce de la crueldad que, efectivamente, genera un daño en el cuerpo social. El "goce" es un término que Lacan toma de Freud, y que tiene que ver con el sufrimiento; se juega una satisfacción pulsional en hacer daño. Entonces, el goce se siente en el propio cuerpo, pero puede ser un cuerpo singular o un cuerpo social. Hay una sociedad que está padeciendo de discursos de odio, de violencia. Yo pienso que, efectivamente, hay un goce de la crueldad. Esto no lo hace loco, ni es un diagnóstico, es un modo de satisfacerse donde hay un goce ilimitado. Me parece que sí amerita desde la política el juicio político, pero no porque esté loco, sino porque hay que limitar desde la política este sadismo, con su cara masoquista también. 

--Enrique Carpintero escribe en el libro que la sociedad no está ante dificultades psicopatológicas del presidente, sino ante un reaccionario neofascista. ¿Quiere señalar que no juega un rol la psicología, sino que el daño mayor lo hace la ideología ?

E.C: --Exactamente, especialmente el neofascismo. ¿Qué quiero decir con neofascismo? El neofascismo es completamente diferente al fascismo clásico, no tiene nada que ver con las perspectivas que se planteaban con el fascismo clásico, sino que el neofascismo se apoya en el neoliberalismo. Este es un punto central. Tenemos que recordar que el neoliberalismo surge como una violencia simbólica. El neoliberalismo no es solamente una perspectiva económica, sino es un sentido de vida. Es decir, hay que joder al otro, es el individualismo. Hay que ir en contra del otro en función de uno mismo. Si esto llamamos sadismo, puede ser que algunos se cuelen con el sadismo. Pero esto es una ideología, una forma de pensar. Esto es lo que empuja Milei.

S.Z: --Lo que busca la administración libertaria es transformar a la humanidad en una especie; es decir, borrar la diferencia. Acá hay un pasaje del neoliberalismo al fascismo que es necesario destacar: transformar a la humanidad en una especie y para eso es necesario crear un un enemigo. Cuando Elon Musk habla del "virus woke" está empleando metáforas biológicas. Cuando Javier Milei dice que los homosexuales son unos pedófilos, también abreva de la misma raíz biológica. Esto es propio del neofascismo, ya no es meramente el neoliberalismo.

--Muchos encuentran semejanzas entre Milei y Trump, pero Trump es nacionalista. Y Merlin señala en el libro que el presidente Milei, a diferencia de otros líderes de la ultraderecha mundial, desprecia y agravia a la mayoría de los argentinos. ¿Cómo se explica desde el psicoanálisis que alguien que es vituperado y ve dañado su mundo por las políticas libertarias pueda llegar a volver a votarlo?

N.M: --Primero pienso que la discusión no es solo de la economía, sino también de la economía de goce. Eso hay que incluirlo. El psicoanálisis tiene mucho para aportar ahí. Por otro lado, no entiendo mucho la diferencia entre "Esto es ideología, no es psicología". En la ideología juegan los prejuicios, juega la construcción de la subjetividad. Slavoj Žižek habla de "fantasma ideológico", Jorge Alemán también habla de "fantasma e ideología". Por otra parte, el objetivo de esta gestión de la ultraderecha mundial es la batalla cultural. Esto es lo que les interesa; o sea, convertirnos en algoritmos, desubjetivizarnos. En ese sentido, yo encuentro una homología con el campo de concentración, con transformarnos en números, desubjetivizarnos. O como decía Giorgio Agamben: "la nuda vida", despojarnos de todos los derechos de la vida política.

--Pero, ¿por qué alguien que es vituperado, despreciado, excluido podría llegar a votarlo nuevamente?

N.M: --Esa es la base, esa es la clave. En cualquier dispositivo perverso, machirulo, violento, se va erosionando la autoestima, se va disciplinando, se va naturalizando y, de ahí, hay un paso a la obediencia, la sumisión y el abuso de poder.

S.L.: -No estoy de acuerdo con que el objetivo de este gobierno sea la batalla cultural. Creo que la batalla cultural es un instrumento estratégico y que el objetivo es un objetivo más de fondo: la concentración de la riqueza y la disminución del tenor de la democracia. Como paso necesario para esa hiperconcentración de la riqueza se requiere de un discurso chato, terraplanista, violento, cruel que forma parte de lo que se llama batalla cultural, pero los que realmente están gozando en este momento no están en la Casa Rosada. Son los que han puesto a esta gente en la Casa Rosada y se están beneficiando de eso.

--Ahora, cuando el gobierno, por ejemplo, habla como habla de los '70, ataca a las Abuelas de Plaza de Mayo, recupera discusiones que parecían que estaban saldadas en la sociedad, cuando ataca a los homosexuales, cuando elimina el Ministerio de las Mujeres, ¿no está imponiendo un cambio cultural?

S.L: --Sí, sí, por supuesto.

N.M.: --No hay una sin la otra. Claro. ¿Por qué atacan a los artistas populares, los científicos? ¿Por qué? ¿Por qué retienen la comida que no se distribuye? Para que la gente sufra.  ¿Para qué? Para que sufran.

E.C.: --Vuelvo a coincidir acá con Santiago. Acá se está planteando, por un lado, un gobierno para una minoría, para los ricos, básicamente, y en función de esto se asigna una subordinación de ciertos sectores a estos ricos. Y acá volvemos de nuevo a cómo caracterizamos este gobierno porque Milei no vino del aire. Si no, parece que fuera una cuestión del aire. Esto tiene que ver con los fracasos de la socialdemocracia en Europa y acá de los progresismos en sus diferentes variantes que hubo hasta ahora. A partir de este fracaso, surge Milei. De allí que Milei impone coherentemente y consecuentemente un neoliberalismo de características neofascistas, que implican las limitaciones de aquellos sectores progresistas que quieren seguir sosteniéndose en un neoliberalismo que da subsidios y demás. Este es el punto central, porque a partir de ahí tenemos que ver de qué manera construimos un nosotros contra este individualismo que permita poder pensar una estructura social, política y económica diferente a este neoliberalismo.

--Santiago Levín señala en el libro que el gran secreto del éxito de la derecha es la desesperanza. ¿Qué rol juega, entonces, la violencia tanto verbal como física del gobierno en esa estrategia?

S.L.: --Yo creo que el progresismo (estoy de acuerdo con nombrarlo así incluyendo al campo nacional y popular en ese concepto), quienes queremos un mundo justo y equitativo, nos venimos olvidando del fenómeno de la comunicación, que no es solamente redes sociales digitales: es el cuidado de las palabras y de las metáforas, de los conceptos que instituyen distintas subjetividades. Los conceptos pueden habilitar o inhabilitar la esperanza. La violencia como efecto inmediato, lo que consigue es un achatamiento de la participación, en general, una reclusión, una especie de cuarentena intelectual. La gente se guarda, se mete hacia adentro, disminuye rápidamente la solidaridad en contextos de violencia discursiva, de discursos de odio, de terraplanismo, de antivacunas. Y lo que tendríamos que hacer quienes queremos un mundo con pleno disfrute de los derechos, con el derecho a la diferencia, con el derecho a ser uno mismo o una misma, es volver a instalar la esperanza como una necesidad para poder soportar una existencia que va a ser limitada en el mundo y poder conectarnos con la idea de una trascendencia hacia adelante de las futuras generaciones a través de un lazo cultural que tiene que estar basado en el amor y en la solidaridad.

 

lunes, 27 de enero de 2025

80 años de la liberación de Auschwitz...se pierde la memoria? se olvidan las enseñanzas? se trastocan los significados? a los hechos globales me remito

  80 años de la liberación de Auschwitz

Invierno del 45



Por Elina Malamud

 Fte: Diario Pagina 12 Bs.As. Argentina - 27 de enero de 2025 - 00:01


. Imagen: Wikimedia commons

Era pleno invierno en Europa del Este cuando un fotógrafo ruso, el capitán Alexander Vorontsov, llegó con el Ejército Rojo a las inmediaciones del pequeño pueblito de Osviecim, situado a poco menos de cincuenta kilómetros de Cracovia. Seguramente la imagen más famosa obtenida por Vorontsov que usted haya visto sea la foto que le tomó a trece niños, vestidos con unos harapos a rayas, tras un cerco de alambres de púa. Eran trece de entre los ochocientos prisioneros que habían quedado en la enfermería del lager cuando los alemanes los abandonaron a su suerte porque, en su atropellada huida, no podían cargar con los débiles y enfermos que no estaban en condiciones de soportar esa marcha forzada que se llamó marcha de la muerte.

En ese lugar del mundo, donde las idas y venidas de las guerras, y los consecuentes tratados de paz, dibujaban nuevas líneas de frontera, referenciaban culturas e imponían las nuevas designaciones y topónimos que dictaban las lenguas vencedoras, los alemanes establecieron un campo --que ellos, en su lengua, llamaban lager-- donde concentraron a malhechores y criminales, combatientes enemigos, opositores políticos y gentes de orígenes raciales imperfectos, para ponerlos a trabajar de manera que le dieran un sentido positivo a sus fallas intelectuales, sociales, ideológicas o genéticas disecando pantanos, cascoteando canteras, prestando sus cuerpos a pruebas científicas, ofreciéndose a la esclavitud laboral y/o sexual, tocando el violín en las mañanas heladas, a modo de burla mefistofélica, para acompañar a los que partían al trabajo o, finalmente, y para no andarse con vueltas, reunirlos sin prisa y sin pausa y de tres mil en tres mil, en amplias cámaras donde un soplido del famoso gas ZyklonB acababa con sus vidas en menos de media hora. Sus propios compañeros de prisión transportaban los cadáveres al quemadero para, al tiempo, correr ellos la misma suerte. Como usted ya se estará imaginando, espabilado lector, en la pronunciación y la grafía alemana, el inocente topónimo Osviecim se conoce como Auschwitz.

Fue hace ochenta años, el 27 de enero de 1945, que al ejército soviético se le reveló esa dimensión desconocida que descubrieron al aproximarse a Auschwitz. El doctor en química y escritor judeo italiano, Primo Levi, a quien no será la primera vez que nombro en esta contratapa, estaba ahí, en medio de un enchastre de nieve e incuria, regresando de depositar a un compañero de la enfermería que acababa de morir, en los afueras de una fosa en la que ya no cabían los cadáveres, cuando aparecieron, recortados en el contraluz del cielo gris, los cuatro primeros jinetes rusos. Primo Levi cuenta cómo le supo la imagen de los cuatro caballos que él veía allá arriba, enormes e imponentes, porque el suelo del lager estaba en un nivel más bajo que el de la carretera que bordeaba las alambradas.

No cuenta de saludos, ni de risas y alegrías, ni de gracias elevadas al cielo. Los soldados rusos se acercaban tímidos y absortos, empuñando sus metralletas desconcertadas, apoyando la mirada de sus ojos quizá incrédulos en los barracones semiderruidos, en los cadáveres descompuestos y olorosos sobre la nieve sucia y en los espectros medio humanos o semimoribundos que los observaban desde abajo. Se recuerda en un sentimiento de vergüenza como la que sentía, al seguir vivo, ante los seleccionados para morir, o la que experimenta el justo frente a la culpa que comete el otro, o porque su voluntad no fue suficiente para contrarrestar el Mal.

En esa nada llena de muerte en la que los sobrevivientes habían vagado durante los diez días que siguieron al desbaratado escape de los alemanes, lo recorría un estremecimiento de pudor por que se le traslucieran las memorias de la suciedad humana que habitaba su conciencia o el penoso asombro de que todo aquello hubiera sucedido, acompañando a esa triste alegría, recién sentida, del fin de la pesadilla nazi, de estrenar la libertad o, quizá sería mejor decir, el regreso de la dignidad al cuerpo y al alma. Un pasado lleno de días oscuros que de pronto convergía, se solidificaba en esos hombres que llegaban armados, pero, a diferencia de lo que venían de vivir, para salvarlos, para acogerlos y protegerlos.

También recuerda a las muchachas polacas que llegaron al lager a limpiar y a cocinar, a alimentar, vestir y abrigar a los redivivos y a atender y curar a los enfermos, de la mejor manera que se les daba, sin poder evitar una mezcla de asco y compasión que se reflejaba en la tiesura de sus mejillas, coloradas por el frío.

Es aquí que quiero decirle ¿tal vez advertirle? prevenido lector, que nada que a posteriori haya sucedido en la historia de Occidente revierte la penosa realidad de los hechos acaecidos, de la devastación humana perpetrada por el nazismo durante los años treinta y cuarenta del siglo pasado, ni de la desaparición de las hermanas de mi abuela, de las que nunca supe si murieron fusiladas, o de frío y de hambre escondidas en el bosque, si se las llevaron a un campo de exterminio o si perecieron encerradas en un granero al que algún soldado fascista le prendió fuego.

Ochenta años después de aquel día en que el Ejército Rojo llegó a las alambradas de Auschwitz y que acabo de describir con sensaciones robadas a Primo Levi, he de encender una vela en memoria de cada judío, de cada gitano, de cada homosexual, de cada partisano, de todo aquel que por su pensamiento humanista o su raciocinio político haya sido mártir de aquella Barbarie.

Según lo que he podido averiguar, seis de los trece niños fotografiados por Vorontsov se establecieron en Israel, en algún momento después de terminada la guerra. Ochenta años después me pregunto cómo habrá sido la deriva emocional de la ofensa recibida y enquistada en ellos, y cómo se habrá transmitido y encarnado en sus hijos, nietos y bisnietos; si se perpetuó en ellos como cansancio moral y como renuncia, si sus almas desgarradas cedieron al odio y la sed de venganza y disfrutaron de encerrar al vecino entre muros y alambradas, con un instinto genocida parecido al que ellos mismos habían padecido --y que había pasmado a los cuatro jinetes del Ejército Rojo-- o alcanzaron a regodearse en la búsqueda de la justicia y el servicio del otro, en ese nuevo Estado nación que parece embarcado en una insaciable expansión mesiánica a la vez que, en yunta con los imperios atlantistas, se erige en guardián de la costa oriental del Mediterráneo, con la pretensión de ser lo que no es: la totalidad de lo judío.

Leer la historia, recordar los eventos del pasado, abre los ojos al advenimiento de lo que se está cuajando en el futuro. Podemos nombrarlo como lo que nos espera, como lo que nos acecha o con el ansia militante de lo que pretendamos construir.

Me cuesta salirme de mi caprichosa costumbre de andarme con circunloquios, rondando sin nombrar, pero hoy quiero escrachar derecho viejo a Elon Musk, tal como lo vi, estirando todo su brazo derecho pa’lante y p’atrás después de palmotearse el corazón, en claro clamor nazi-fascista, homologado por su apoyo confeso al partido neonazi Alternativa para Alemania. Elon Musk es el dueño desregulado de las verdades o mentiras que se instalarán en las conciencias o inconciencias de miles de millones de seres humanos que votarán y/o portarán armas y es también el patrocinador de la pista resbalosa por la que nuestro presidente avanzará, tuiteo en ristre, contra el fantasma del comunismo soviético del siglo pasado.

Quiero decir que no está demás que esta noche, a la hora de dormir, echemos otra mirada a las alambradas de Auschwitz, antes de apagar la luz