Me adhiero jubilosamente a la celebracion por el cumpleaños de don Héctor Hugo Barbagelata MAESTRO del Derecho Social Latinoamericano y de la vida
Luis Raffaghelli
La celebración de la inteligencia
Hugo Barreto Ghione
Fuente. Diario La Republica, Montevideo,
06.09.2013
En estos días de setiembre, el profesor emérito
Héctor Hugo Barbagelata cumple noventa años, y el acontecimiento lo encuentra
con el talento y la sagacidad intactas, o mejor, más afinadas y decantadas por
la posibilidad casi omnipresente de los años y una memoria y agudeza
prodigiosas.
Su capacidad evocativa y gusto por el detalle
permiten a un privilegiado interlocutor escuchar y asistir a través de su
relato a episodios históricos variopintos, como el encuentro de las poetisas
Alfonsina Storni, Juana de Ibarbourou y Gabriela Mistral, celebrado en 1938 por
iniciativa del Ministerio de Instrucción Pública, o sus conversaciones
mantenidas con Quijano en el exilio mexicano; los avatares de sus
colaboraciones con Acción y Marcha y las puestas en escena del teatro
universitario, del que fue uno de sus principales animadores. Pionero en el
asesoramiento de sindicatos en el Uruguay, trabó temprana amistad con Pepe D’
Elia, extendida a los años oscuros con intercambios fugaces y hasta pintorescos
pese al riesgo siempre latente; pero es pionero también en la Subsecretaría del
recién creado Ministerio de Trabajo en 1967 y si de cargos públicos hablamos,
hay que recordar su dirección del Sodre en el gobierno democrático de 1985. Más
cercanamente, es el impulsor de una institución que lleva el nombre de su
esposa, donde ha encontrado un espacio para una labor de edición de unas
publicaciones denominadas “Cuadernillos” de la Fundación Electra. Conversar con
Barbagelata es hacer presente al Uruguay igualitarista y republicano, orgulloso
de la enseñanza pública y el tenaz defensor de la libertad y la democracia en
tiempos difíciles.
Pero Barbagelata es, sobre todo, profesor de
Derecho del Trabajo, disciplina a la que ha dedicado lo mejor de sus virtudes y
en la que se ha destacado como un doctrinario de fuste. La sutileza de su
elaboración doctrinaria se sostiene en sólidos conocimientos basados en la
amplitud de una cultura que amplía las fronteras de lo jurídico para trabajar
en los márgenes de la sociología, la economía y las ideas políticas, para hacer
de esa argamasa el presupuesto del estudio del derecho del trabajo. En ese
campo, es autor de una obra de culto, generadora de una corriente que explica
el particularismo del derecho del trabajo mediante la diferente posición de las
personas en el escenario de las relaciones laborales, ya sea como patrones o
como trabajadores dependientes. Ese dato social, que marca una situación de
poder de un sujeto respecto de otro, hace insuficiente y hasta ilusoria la
consigna de la igualdad formal del estilo “todos somos iguales ante la ley”,
por lo cual el derecho del trabajo debe introducir mecanismos compensatorios de
esa desigualdad entre trabajadores y patronos a través de una protección
especial al sujeto que trabaja en relación de dependencia.
A esta igualdad material que el derecho del
trabajo persigue, Barbagelata agrega, como elemento distintivo del vínculo
laboral, su naturaleza eminentemente conflictiva en lo individual y en lo
colectivo. Pero el conflicto no es para el autor un síndrome patológico que
deba ser suprimido, sino por el contrario una energía que desata procesos y
dinámicas propias de una sociedad democrática y pluralista.
Si hubiera que encontrar una síntesis de su
personalidad, diríase que radica en el rigor en el trabajo, la inteligencia
puesta a su servicio y la fidelidad a unos principios inalterados. Sándor
Márai, en su novela “El último encuentro”, afirma que a las preguntas que el
mundo le ha hecho a uno más de una vez, como ¿Quién eres? ¿Qué has querido de
verdad? ¿A qué has sido fiel o infiel? o ¿Con qué y con quién te has comportado
con valentía o cobardía?, a esas preguntas, dice, “uno responde como puede,
diciendo la verdad o mintiendo; eso no importa. Lo que sí importa es que uno al
final responde con su vida entera”. Es el caso de Barbagelata.
La celebración de la hombría de bien.
Rodolfo Capón Filas
Acabo de hablar con don Héctor-Hugo para
felicitarlo y desearle esa eterna juventud que es una de sus características
especiales. De él recuerdo que en Santa Rosa eligió hablar del daño moral en
derecho del trabajo, citando como fuente una serie de trabajos de mi autoría,
delante de todos aquellos que causaron mi ostracismo interno. Recuerdo, además,
que al día siguiente me entregó una lista con sus contactos europeos diciéndome
“ud se lo merece”.
Cuando ya en democracia publiqué en mi columna
semanal de “Primera Plana” La genética del miedo, con la consecuencia de que en
la recuperación de nuestra Universidad no podían ser profesores quienes habían
jurado por el Proceso (nuestra Segunda Década Infame) me pidió la revista
porque quería utilizar el mismo argumento en Uruguay.
Cuando desde mis primeros votos antes de la
reforma constitucional, utilizara los Derechos Humanos (en minoría,
obvio), para fundar las decisiones, me llamó
por teléfono para alentarme en ese camino.
Cuando (¡hay tántos cuándos!) me diera más
argumentos para resolver algunos casos complicados, siempre lo hizo con
delicadeza y respeto hacia el juez. Y así.. De personas como don Héctor-Hugo
uno aprende que el compromiso con los valores permite encontrar la verdad, que
se logra, no tanto por la inteligencia como a través del corazón. Por eso, si
se le pregunta “¿Quién eres, qué hiciste?”, contestará con simpleza y su humor
característico: “ Amé mucho y traté de servir a todos”.
El 12 de este mes de septiembre brindemos por
este Hombre de Bien.
06.09.2013
Rodolfo Capón Filas
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