viernes, 6 de septiembre de 2013

BARBAGELATA un maestro del Derecho Social y de la Vida




 

Me adhiero jubilosamente a la celebracion por el cumpleaños de don Héctor Hugo Barbagelata MAESTRO del Derecho Social Latinoamericano y de la vida
Luis Raffaghelli
 


La celebración de la inteligencia

Hugo Barreto Ghione

Fuente. Diario La Republica, Montevideo, 06.09.2013

En estos días de setiembre, el profesor emérito Héctor Hugo Barbagelata cumple noventa años, y el acontecimiento lo encuentra con el talento y la sagacidad intactas, o mejor, más afinadas y decantadas por la posibilidad casi omnipresente de los años y una memoria y agudeza prodigiosas.

Su capacidad evocativa y gusto por el detalle permiten a un privilegiado interlocutor escuchar y asistir a través de su relato a episodios históricos variopintos, como el encuentro de las poetisas Alfonsina Storni, Juana de Ibarbourou y Gabriela Mistral, celebrado en 1938 por iniciativa del Ministerio de Instrucción Pública, o sus conversaciones mantenidas con Quijano en el exilio mexicano; los avatares de sus colaboraciones con Acción y Marcha y las puestas en escena del teatro universitario, del que fue uno de sus principales animadores. Pionero en el asesoramiento de sindicatos en el Uruguay, trabó temprana amistad con Pepe D’ Elia, extendida a los años oscuros con intercambios fugaces y hasta pintorescos pese al riesgo siempre latente; pero es pionero también en la Subsecretaría del recién creado Ministerio de Trabajo en 1967 y si de cargos públicos hablamos, hay que recordar su dirección del Sodre en el gobierno democrático de 1985. Más cercanamente, es el impulsor de una institución que lleva el nombre de su esposa, donde ha encontrado un espacio para una labor de edición de unas publicaciones denominadas “Cuadernillos” de la Fundación Electra. Conversar con Barbagelata es hacer presente al Uruguay igualitarista y republicano, orgulloso de la enseñanza pública y el tenaz defensor de la libertad y la democracia en tiempos difíciles.

Pero Barbagelata es, sobre todo, profesor de Derecho del Trabajo, disciplina a la que ha dedicado lo mejor de sus virtudes y en la que se ha destacado como un doctrinario de fuste. La sutileza de su elaboración doctrinaria se sostiene en sólidos conocimientos basados en la amplitud de una cultura que amplía las fronteras de lo jurídico para trabajar en los márgenes de la sociología, la economía y las ideas políticas, para hacer de esa argamasa el presupuesto del estudio del derecho del trabajo. En ese campo, es autor de una obra de culto, generadora de una corriente que explica el particularismo del derecho del trabajo mediante la diferente posición de las personas en el escenario de las relaciones laborales, ya sea como patrones o como trabajadores dependientes. Ese dato social, que marca una situación de poder de un sujeto respecto de otro, hace insuficiente y hasta ilusoria la consigna de la igualdad formal del estilo “todos somos iguales ante la ley”, por lo cual el derecho del trabajo debe introducir mecanismos compensatorios de esa desigualdad entre trabajadores y patronos a través de una protección especial al sujeto que trabaja en relación de dependencia.

A esta igualdad material que el derecho del trabajo persigue, Barbagelata agrega, como elemento distintivo del vínculo laboral, su naturaleza eminentemente conflictiva en lo individual y en lo colectivo. Pero el conflicto no es para el autor un síndrome patológico que deba ser suprimido, sino por el contrario una energía que desata procesos y dinámicas propias de una sociedad democrática y pluralista.

Si hubiera que encontrar una síntesis de su personalidad, diríase que radica en el rigor en el trabajo, la inteligencia puesta a su servicio y la fidelidad a unos principios inalterados. Sándor Márai, en su novela “El último encuentro”, afirma que a las preguntas que el mundo le ha hecho a uno más de una vez, como ¿Quién eres? ¿Qué has querido de verdad? ¿A qué has sido fiel o infiel? o ¿Con qué y con quién te has comportado con valentía o cobardía?, a esas preguntas, dice, “uno responde como puede, diciendo la verdad o mintiendo; eso no importa. Lo que sí importa es que uno al final responde con su vida entera”. Es el caso de Barbagelata.

La celebración de la hombría de bien.

Rodolfo Capón Filas
 
Acabo de hablar con don Héctor-Hugo para felicitarlo y desearle esa eterna juventud que es una de sus características especiales. De él recuerdo que en Santa Rosa eligió hablar del daño moral en derecho del trabajo, citando como fuente una serie de trabajos de mi autoría, delante de todos aquellos que causaron mi ostracismo interno. Recuerdo, además, que al día siguiente me entregó una lista con sus contactos europeos diciéndome “ud se lo merece”.

Cuando ya en democracia publiqué en mi columna semanal de “Primera Plana” La genética del miedo, con la consecuencia de que en la recuperación de nuestra Universidad no podían ser profesores quienes habían jurado por el Proceso (nuestra Segunda Década Infame) me pidió la revista porque quería utilizar el mismo argumento en Uruguay.

Cuando desde mis primeros votos antes de la reforma constitucional, utilizara los Derechos Humanos (en minoría, obvio),  para fundar las decisiones, me llamó por teléfono para alentarme en ese camino.

Cuando (¡hay tántos cuándos!) me diera más argumentos para resolver algunos casos complicados, siempre lo hizo con delicadeza y respeto hacia el juez. Y así.. De personas como don Héctor-Hugo uno aprende que el compromiso con los valores permite encontrar la verdad, que se logra, no tanto por la inteligencia como a través del corazón. Por eso, si se le pregunta “¿Quién eres, qué hiciste?”, contestará con simpleza y su humor característico: “ Amé mucho y traté de servir a todos”.

El 12 de este mes de septiembre brindemos por este Hombre de Bien.

06.09.2013

Rodolfo Capón Filas                                                                           

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