La nueva clase media
Fte: p 12 ( 6/9/14)
*Por Alfredo Zaiat
La estructura social
en el país ha registrado una interesante transformación en los últimos diez
años.
Detectar ese cambio
facilita la comprensión de algunos acontecimientos económicos y políticos que
quedan envueltos en¨: deliberadas confusiones. La más usual es que el mercado
laboral y la situación social se encuentran igual que en los ’90. Algunos más
exaltados dicen peor. Ese relato ficcional tiene un objetivo político electoral
de corto plazo, y otro más estructural de intentar desacreditar los avances en
el bienestar de la población de lo que denominan despectivamente políticas
populistas.
Esos análisis están
alejados de abordajes cualitativos y cuantitativos y están motivados por la
revancha ortodoxa que están palpitando.
La actual fase
recesiva del ciclo económico con dificultades en el frente externo por la
escasez de divisas la utilizan como prueba de que nada ha cambiado y que el
desenlace será el mismo que en el período de acumulación regido por la
valorización financiera.
Sin embargo, es otro
el régimen de generación de riqueza ahora basado en la economía real, el nivel
de ocupación y la estructura social, lo que limita aunque no anula la capacidad
de daño de quienes aspiran a la restauración conservadora.
Un factor poco
mencionado que actuará como barrera a ese deseo es la irrupción de una nueva
clase media a partir de la intensidad del proceso de asalarización de la
población económicamente activa desde 2003. La resistencia de ese sector fue
quebrada en su momento con la represión a sangre y fuego en la dictadura
militar, y luego también con la hiperinflación de 1989 que actuó como
disciplinador social.
Ninguna de esas dos
posibilidades es probable, más allá del desvarío del titular de la UIA, Héctor Méndez, y de los promotores
del miedo disfrazados de economistas.
Décadas de políticas
económicas neoliberales tuvieron como saldo una sociedad fragmentada, con
profundas asimetrías y extrema polarización de los ingresos. La mitad de la
población en condiciones de incorporarse en forma activa al mercado laboral
estaba en serios problemas por la desocupación y por salarios desarticulados de
la protección social, con crecientes subsidios por desempleo.
En 2003, en relación
con la
Población Económicamente Activa (PEA), los asalariados
constituían dos tercios de los ocupados, de los cuales los registrados en la
seguridad social constituían apenas 37,4 por ciento de los ocupados, una muy
baja proporción del empleo total.
Los perceptores de subsidios
ascendían a 6,8 por ciento de la
PEA ocupada en el tercer trimestre de 2003.
En los últimos diez
años, la situación laboral muestra un crecimiento notable de los asalariados,
cuya participación en la PEA
supera los registros históricos más elevados. Aumentó en 9 puntos porcentuales
al pasar de 66,4 a 75,5 por ciento, lo que representa en términos absolutos la
incorporación de unos 3,4 millones de trabajadores asalariados a la población
ocupada urbana.
EN PERSPECTIVA
HISTÓRICA, ESA PROPORCIÓN DE ASALARIADOS ES SUPERIOR A LA REGISTRADA A MEDIADOS
DE LA DÉCADA DEL
’70, CUANDO EN UN PROCESO DE CRECIMIENTO ECONÓMICO IMPULSADO POR LA INDUSTRIA LOS
ASALARIADOS HABÍAN LLEGADO A CONSTITUIR EL 74 POR CIENTO DE LA PEA OCUPADA.
La asalarización de
las ocupaciones es homogénea, ya que está articulada con la protección social,
mientras que los trabajadores precarizados, cuyos ingresos no están registrados
en el sistema de jubilaciones, pierden peso relativo.
LA DISMINUCIÓN ABSOLUTA Y RELATIVA DE LOS DESOCUPADOS Y DE LA POBLACIÓN QUE
PERCIBE SUBSIDIOS POR DESEMPLEO PERMITIÓ LA RECOMPOSICIÓN DE LA ESTRUCTURA OCUPACIONAL.
La proporción de
perceptores de subsidios es inferior al 1 por ciento de la PEA.
No pocos analistas y
políticos siguen confundiendo la Asignación Universal
por Hijo como un subsidio por desempleo, pese a que desde 2009 esa ampliación
de derechos sociales desplazó a la iniciativa que atendía a la población con
problemas laborales.
Estas cifras y las
siguientes surgen de la
Encuesta Permanente de Hogares y están incluidas en el
documento El impacto de los cambios ocupacionales en la estructura social de la Argentina: 2003-2011.
Sus autores, Héctor Palomino y Pablo Dalle, se preguntan cómo interpretar el
proceso de asalarización en la estructura social y qué carácter social tuvo ese
proceso.
Para buscar
respuestas definen que el grupo ocupacional que más creció en ese período fue
el de obreros calificados de la industria y de servicios básicos asociados, que
incluyen las actividades vinculadas con la industria manufacturera, la
construcción, transporte, almacenamiento, comunicaciones, electricidad, gas y
agua.
Este grupo ocupacional, el más numeroso entre los asalariados, se
expandió 65 por ciento, lo que equivale a un millón de nuevos trabajadores en
ese período pasando de 1,6 a 2,6 millones, lo que representa un tercio del
incremento total de asalariados.
Tres grupos
ocupacionales (obreros calificados de la industria y servicios básicos,
empleados administrativos y profesionales) cubren más de la mitad de esa
expansión asalariada. “Esta evolución permite afirmar que desde 2003 el
crecimiento económico impulsó la expansión del empleo vinculado tanto con el
núcleo de la clase obrera como de los cuadros administrativos Y LOS
PROFESIONALES EN RELACIÓN DE DEPENDENCIA, ESTOS ÚLTIMOS TRADICIONALMENTE
ASOCIADOS CON LAS CLASES MEDIAS”, destacan Palomino y Dalle.
Precisada la
magnitud de esta transformación, los investigadores interpretan la evolución de
esos grupos ocupaciones como el crecimiento de las “nuevas clases medias”
formadas por directivos, profesionales y empleados de la administración.
Señalan que el epicentro de ese cambio en la estructura ocupacional y social
fue el aumento de los estratos asalariados de clase media y la clase obrera
calificada.
En el documento se
menciona que las clases medias ampliaron sus fronteras en la estratificación
social, puesto que los grupos ocupacionales que integran esta heterogénea clase
social pasaron de 43,0 a 46,4 por ciento. “Un hecho destacable es que dicha
expansión se debió fundamentalmente al crecimiento del estrato inferior que se
incrementó 3,2 puntos porcentuales”, explican Palomino y Dalle. Los grupos
ocupacionales que más crecieron en este estrato fueron los empleados
administrativos y los técnicos, docentes y trabajadores calificados de la
salud.
También lo hizo
parte de la pequeña burguesía compuesta por dueños de comercios, locales de
servicios o talleres con local establecido y algunos pocos empleados. Este
grupo pasó del 2,7 por ciento en 2003 al 3,3 por ciento en 2011.
En cambio, los
trabajadores por cuenta propia (con un local, auto o maquinaria) disminuyeron
su peso relativo del 11,0 al 9,6 por ciento. La clase media superior se mantuvo
casi en el mismo nivel relativo, sin embargo, uno de los grupos que la
componen, los profesionales asalariados, incrementó su peso relativo en el
total de la población del 4,1 al 5,0 por ciento.
Las clases populares
disminuyeron su participación relativa del 56,1 al 52,8 por ciento.
Palomino y Dalle
indican que en los últimos años en la Argentina ha habido dos tipos de movilidad
social: individual y colectiva, y ambos estuvieron asociados. Mencionan que los
flujos de movilidad individual de trabajadores desde el sector informal hacia
ocupaciones registradas constituyeron una base fértil sobre la cual se
desarrolló un proceso intenso de movilización y mejoras colectivas obtenidas
por la clase obrera calificada y un sector de la clase media asalariada. “El
efecto combinado del crecimiento del empleo asalariado y del cambio de
composición hacia un incremento de la participación de trabajadores registrados
ha impulsado un fortalecimiento del sistema de relaciones laborales”, afirman,
para detallar que SU NÚCLEO ES LA RELACIÓN SALARIAL QUE VINCULA A LOS TRABAJADORES
CON UN SISTEMA DE GARANTÍAS COMO EL DE JUBILACIONES Y PENSIONES, LA PROTECCIÓN DE LA SALUD PARA EL GRUPO
FAMILIAR A TRAVÉS DE LAS OBRAS SOCIALES, Y NEGOCIACIÓN COLECTIVA DE LOS
SALARIOS Y LAS CONDICIONES DE TRABAJO. “EN ESTE SENTIDO, EL FLUJO DE MOVILIDAD
ASCENDENTE DESDE UN ESTRATO PRECARIO DE LA CLASE TRABAJADORA
A OTRO INTEGRADO FORMALMENTE IMPLICÓ UN PROCESO DE RECOLECTIVIZACIÓN, QUE SE
REFLEJÓ EN EL FORTALECIMIENTO DE LOS SINDICATOS TANTO EN SU DENSIDAD COMO EN SU
CAPACIDAD PARA NEGOCIAR LOS SALARIOS”, CONCLUYEN.
ESTA NUEVA
ESTRUCTURA SOCIAL PERMITE INCORPORAR UNA DIMENSIÓN ADICIONAL A LOS ANÁLISIS
TRADICIONALES DE DIFERENTES ACONTECIMIENTOS ECONÓMICOS, COMO EL INSISTENTE
PEDIDO DE LAS CENTRALES SINDICALES POR EL IMPUESTO A LAS GANANCIAS A LOS
TRABAJADORES EN RELACIÓN DE DEPENDENCIA, COMO TAMBIÉN DEMANDA LA NECESIDAD DE TENER UN
DISCURSO POLÍTICO RENOVADO HACIA ESE DINÁMICO SUJETO SOCIAL.
LA ESTRATIFICACIÓN DE CLASES SURGIDA DEL ACTUAL PROCESO ECONÓMICO Y
SOCIAL QUE ALTERÓ LA
ESTRUCTURA PRODUCTIVA Y OCUPACIONAL, Y POR POLÍTICAS PÚBLICAS
DE REDISTRIBUCIÓN DE INGRESOS Y AMPLIACIÓN DE DERECHOS (INCLUSIÓN PREVISIONAL Y
ASIGNACIÓN UNIVERSAL), DERIVARON EN TRANSFORMACIONES EN EL VOLUMEN Y
COMPOSICIÓN DE LAS CLASES SOCIALES. EN ESE CONTEXTO, LAS “NUEVAS CLASES MEDIAS”
TIENEN DEMANDAS DE SEGUNDA GENERACIÓN CON CAPACIDAD PARA RESISTIR LA REVANCHA ORTODOXA
QUE LES PROMETE BONANZAS SIN DECIRLES QUE ESA ILUSIÓN LAS TERMINARÁ HUNDIENDO A
LA SITUACIÓN DE
DETERIORO DE LOS ’90.
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