8-9-2014
Una querella para investigar al directorio de Bunge & Born
El CELS presentó una querella en la causa por la desaparición de 24 trabajadores de Molinos Río de la Plata para que se determine la responsabilidad del grupo Bunge & Born en los crímenes cometidos contra representantes gremiales.
Por Alejandra Dandan
El secuestro de Jorge (foto) y Juan Born fue un hecho relevante para vincular la desaparición de los trabajadores con la empresa.
“Las medidas económicas implicaban necesariamente la represión ilegal de cualquier movimiento de resistencia, lo que demuestra la conexión directa entre el accionar criminal de la dictadura y el proyecto de transformación del capital económico”, dice el Centro de Estudios Legales y Sociales en la querella que presentó la semana pasada en la causa en la que se investigan las desapariciones de los trabajadores de Molinos Río de la Plata S.A. El expediente fue abierto el año pasado por los hijos de tres desaparecidos y destinado a investigar la complicidad de los integrantes del directorio de la empresa del grupo Bunge & Born y de su personal jerárquico en delitos de lesa humanidad. El escrito del CELS es clave para interpretar no sólo este caso, sino el de muchas causas en las que se analiza la responsabilidad empresaria en los crímenes de la última dictadura. Entre otras cosas, profundiza en el rol de las comisiones internas en la puja estructural de capital y trabajo y destaca la emergencia de una figura de la víctima que ya no está sólo pensada en su dimensión de militante político, sino en su doble condición de “trabajador” y “trabajador organizado”. En ese contexto, explica que “las medidas tuvieron como objetivo resolver el desafío que implicaba la confluencia del proceso de radicalización política y social con el poder de la clase trabajadora. A diferencia de las líneas de solución intentadas durante la segunda sustitución de importaciones, que habían tenido como trasfondo la permanencia del modelo de industrialización y de sus relaciones estructurales, las diversas políticas operadas a partir de marzo de 1976 no sólo permitieron atacar las formas organizativas y las vinculaciones políticas de la clase trabajadora, sino que, simultáneamente, promovieron transformaciones económicas que alteraron profundamente sus bases estructurales de poder”.
“El avance del proceso de justicia en nuestro país ha llegado a investigar la responsabilidad de las empresas en los crímenes de la dictadura, no como hechos aislados sino como parte de un plan sistemático, dirigido desde las altas esferas del gobierno de facto y de las cúpulas empresariales para transformar el modelo económico”, señala el CELS. “Desde luego, esa transformación traía aparejada la necesaria reducción de los derechos laborales de la clase trabajadora y la concentración económica en reducidos grupos.”
El escrito de cuarenta páginas se presentó el viernes ante la Justicia Federal de La Plata, donde está radicada la causa Molinos. Es la primera vez que el CELS se presenta institucionalmente como querella en las causas de complicidad civil que avanzaron en los últimos tres años.
El caso
A mediados del año pasado, tres hijos de desaparecidos de Molinos
acompañados por una profesora de historia reunieron sus historias,
material de archivo y salieron a golpear puertas para reunir datos sobre
lo que había pasado en una de las principales plantas de Molinos Río de
la Plata SA, ubicada en Avellaneda. Presentaron ese material en la
Justicia acompañados por el abogado Javier Garín, en una presentación en
la que pidieron que se investigue a los directivos del grupo Bunge
& Born por el secuestro y desaparición de por lo menos 20
trabajadores de la planta de Avellaneda y de una niña. Hoy la
presentación del CELS reúne 24 víctimas, entre ellas la esposa de uno de
los trabajadores y una hija, aunque insisten en que el universo
completo de las víctimas puede ser mayor. Todos los secuestros se
produjeron a partir del golpe de 1976 y hasta fines de 1978. Hubo varios
hechos aislados, pero el operativo más importante ocurrió el 7 de julio
de 1976 en la puerta de la planta, entre las cinco y seis de la mañana,
hora de ingreso del turno mañana. Tres camiones del Ejército
estacionaron sobre la calle Deán Funes y cargaron a un número aún
incierto de trabajadores que, de acuerdo con los relatos, va de 20 a de
80. Tres están denunciados en esta causa y siguen desaparecidos.
Desde el inicio, los primeros querellantes presentaron los
secuestros y desapariciones como efecto de la disputa entre
capital-trabajo. Y el CELS retoma ahora esta línea. Todos las víctimas
pertenecían, o estaban cerca, a la comisión interna que ganó las
elecciones en 1973. Había militantes de la JTP, Montoneros y uno de
Organización Comunista Poder Obrero. Dos eran de la planta de Paseo
Colón. Los trabajadores habían llevado adelante planes de lucha, tenían
organizadas “brigadas de control de precios” para frenar las “políticas
de desabastecimiento de productos de primera necesidad”. Y sumaron los
efectos del secuestro de los Born.
“A lo relatado se agrega un hecho altamente relevante para vincular la desaparición y persecución de los trabajadores con la empresa. Nos referimos al secuestro de los hermanos Juan y Jorge Born el 19 septiembre de 1974 por la organización Montoneros”, dice el escrito. “Juan y Jorge Born eran el gerente y el director general del grupo económico Bunge & Born, propietario de la empresa Molinos Río de la Plata S.A. entre otras empresas. Entre los pedidos de la organización Montoneros para liberarlos se planteaban reivindicaciones laborales para los trabajadores de las empresas que pertenecían al grupo (Molinos, Grafa, Alba, Compañía Química y Centenera), las que eran coincidentes con los reclamos que venían realizando los delegados. Otra de las condiciones para la liberación era la entrega de mercaderías por la suma de un millón de dólares para ser repartida en barrios carenciados. Producida la liberación de los empresarios, esa mercadería se distribuyó a través de militantes de la organización y en algunos casos a través de los mismos trabajadores de la empresa, como el caso de Héctor Dadin Vasere y Santos Ojeda en la planta de Molinos.
Este hecho le serviría a la inteligencia interna de la empresa para marcar y perseguir a los trabajadores acusándolos de formar parte del secuestro de los empresarios. Los hechos mencionados produjeron el recrudecimiento de la persecución a los trabajadores con mayor activismo por parte de la empresa.”
La presentación
Desde hace años el CELS sigue las causas de complicidad empresaria.
En 2002, se presentó como querella en la causa Mercedes-Benz, pero no
volvió a hacerlo hasta ahora. Sí –y como parte de este mismo camino–, se
presentó como “amicus curiae” en la causa Ledesma, estuvo en Rosario
con la historiadora y especialista en el movimiento obrero Victoria
Basualdo para acompañarla institucionalmente en su declaración en el
juzgado que investiga la causa Acindar y el eje de Villa Constitución.
“Pero más allá de estas presentaciones queríamos hacer un acompañamiento
institucional, como organismo: es esto lo que estaban pidiendo los
querellantes”, dice Luz Palmas Zaldúa, coordinadora del área de Litigios
del CELS.
Uno de los ejes del escrito es que el tema de la responsabilidad
empresarial no es nuevo, sino que se viene señalando desde el comienzo
del proceso de justicia. La intervención de empresarios en algún tramo
del plan sistemático está presente en los relatos de los sobrevivientes y
familiares desde el Juicio a las Juntas. En ese contexto, la
presentación da cuenta de esa microhistoria política: recuerda las
primeras causas como Mercedes-Benz, Ford y Papel Prensa y se detiene
sobre todo a repasar las de los dos últimos años, donde los empresarios
tienen algún grado de participación señalado con procesamientos o
elevación a juicio como el caso Ledesma, La Veloz del Norte y Ford.
También agregan aspectos internacionales de la relación entre empresas y
regímenes dictatoriales.
“En las investigaciones en curso, se ha planteado que el accionar
criminal de las empresas no fue aislado sino sistemático y dirigido
desde las altas esferas del gobierno de facto. Como titular del
Ministerio de Economía, José Alfredo Martínez de Hoz lideró las
transformaciones del modelo económico que derivaron en la reducción de
los derechos de los trabajadores y en la concentración de la propiedad
en pocos grupos –explican–. Esas regresiones implicaban la represión de
cualquier modo de resistencia, lo que demuestra una permanente conexión
entre ‘el proyecto de apropiación de la riqueza y de apropiación de la
vida’”, señalan.
En línea con el informe de la CNV, señalan que pueden diferenciarse
dos etapas en la alianza entre grupos económicos y el gobierno de facto.
La primera se caracterizó por la instigación y colaboración de
directores y gerentes en el secuestro de trabajadores vinculados con
alguna actividad gremial o sindical. La segunda, dicen, tuvo como
objetivo el uso del aparato estatal, incluido el represivo, para
realizar operaciones económicas que beneficiaron a un sector del capital
en perjuicio de otro.
Y al analizar más sistemáticamente los casos, logran trazar patrones
en común: “En las resoluciones en las que se ha procesado a directivos
en empresas por crímenes de lesa humanidad se ha tenido en cuenta
distintos aspectos: el interés que puede tener un empresario en el
secuestro y desaparición de un delegado, el vínculo cercano entre los
dueños de las empresas y los integrantes de las Fuerzas Armadas y de
seguridad, la presencia de personal de esas fuerzas en las instalaciones
de las fábricas, la evidencia de que las empresas entregaron listas con
nombres de empleados que debían ser secuestrados”.
Pero acaso el aporte más importante de este escrito radica en la
perspectiva de análisis: la posibilidad de pensar en una narración
jurídica la dimensión económica del plan sistemático no sólo desde el
lado del “capital”, sino de los efectos sobre el mundo del “trabajo”.
Esta perspectiva mira las confrontaciones no sólo en términos políticos,
como dice el escrito, sino también “desde las transformaciones
económicas y sociales”: rasgos que, como explica, “quedaban ocultos o
subestimados desde miradas predominantemente políticas”.
En la querella se analiza cómo las organizaciones del sindicalismo
combativo constituían una herramienta fundamental en la disputa por la
distribución del ingreso y estaban atravesadas por las luchas y debates
sobre el grado de profundidad y el tipo de las transformaciones que se
intentaban promover en la estructura económica y social argentina. “Fue
justamente debido a estas razones que las patronales las consideraban
una amenaza, no sólo en términos económicos, sino también en términos
políticos y sociales” (ver recuadro).
Hace dos 24 de marzo, la Comisión Nacional de Valores (CNV) presentó
un informe que fue estructural en las causas para pensar la complicidad
empresaria. A través de una serie de documentos, el informe mostraba
desapoderamientos a empresarios en un análisis que hacía foco en los
efectos que tuvo la imbricación del aparato represivo con la alianza
cívico militar destinada a la implementar un modelo económico, basado en
la especulación financiera que destruyó el aparato productivo mientras
iba aniquilando las demandas obreras.
Ahora bien, el escrito del CELS
puede pensarse como la contracara de aquel informe que ponía el acento
en el capital; como un segundo tiempo, dado que se pone a trazar una
narración en términos jurídicos de lo que fue pasando sistemáticamente
con los trabajadores y el movimiento sindical.
“Para comprender lo que estaba en juego entonces en el proceso de
organización de los trabajadores de la empresa Molinos es necesario
comprender que el nivel de confrontación económica, política y social
alcanzó, a mediados de los años ‘70, un pico inédito en términos
históricos”, señala. “La clase trabajadora, que había conquistado en la
década peronista una estructura sindical de gran alcance y fortaleza y
una posición central en la economía y la sociedad, no tuvo un papel
marginal en esta confrontación, sino que desempeñó un papel central en
el ascenso de la conflictividad que, lejos de ser únicamente una pugna
política, tuvo como trasfondo la confrontación creciente entre el
capital y el trabajo. El poder de la clase trabajadora, que puede
visualizarse, por ejemplo, en los niveles de participación de los
asalariados en el ingreso que alcanzaron los 47 puntos en 1974, tenía
sus raíces no sólo en las características del modelo de
industrialización y en el papel que cumplían los trabajadores en la
producción y el consumo de bienes, sino también en los mecanismos de
representación y organización de los que disponía y en su vinculación
(parcial, contradictoria, conflictiva, pero fundamental) con un arco de
organizaciones políticas radicalizadas. El desarrollo y la vitalidad de
los delegados y las comisiones internas durante esta etapa es un factor
esencial para explicar las raíces de este poder del trabajo frente al
capital, que se traducía, no sólo en el plano económico, en las luchas
en el ámbito de la producción, sino también en términos de las grandes
confrontaciones políticas y sociales.”
El período que se abre con el golpe militar del 24 de marzo de 1976
constituyó un hito de enorme importancia en esta historia, señala. “Las
medidas aplicadas a partir del golpe, aunque marcadas por múltiples
contradicciones y tensiones, tuvieron como claro objetivo resolver el
desafío que implicaba la confluencia del proceso de radicalización
política y social con el poder de la clase trabajadora. A diferencia de
las líneas de solución intentadas durante la segunda sustitución de
importaciones, que habían tenido como trasfondo la permanencia del
modelo de industrialización y de sus relaciones estructurales, las
diversas políticas operadas a partir de marzo de 1976 no sólo
permitieron atacar las formas organizativas y las vinculaciones
políticas de la clase trabajadora, sino que, simultáneamente,
promovieron transformaciones económicas que alteraron profundamente sus
bases estructurales de poder.” Uno de los aportes de esta presentación
lo hizo Victoria Basualdo. El CELS hizo además un convenio con Flacso
destinado a trabajar sobre la relación entre empresas y terrorismo de
Estado, un proceso en el que se fueron acercando a Molinos.
“Uno está acostumbrado a ver organizaciones políticas porque las
fuerzas de seguridad secuestran a integrantes de Montoneros, o al
militante del ERP. Pero cuando tenés al empresario enfrente, tenés que
poner de relevancia la identidad gremial”, explica en este caso Palmas
Zaldúa. “¿Bunge & Born qué quería? ¿A Montoneros? Sí, probablemente
haya habido una predisposición pero quería perseguir a los trabajadores
que se revelan con planes de lucha y generaban problemas dentro de la
planta. La idea es la de un disciplinamiento y esto es lo que se ve en
todas las causas donde se ve la responsabilidad de los empresarios.”
Molinos es un capítulo de todo esto.
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