Reescribir la Declaración Universal deDerechos Humanos?
¿El mundo fue y será una porquería? En el siglo 20, dos guerras mundiales devoraron a 100 millones de seres humanos. En dos destellos, Hiroshima y Nagasaki, se apagaron un cuarto de millón de vidas. Los genocidios –Armenia, Holocausto, Ruanda, desaparecidos de Argentina, Camboya– consumieron otros millones de personas. Y se podría sumar mucha más bazofia histórica.
Sin dudas, el mundo fue una porquería. Pero ¿el mundo seguirá siendo una porquería en los dos mil también?
Al concluir la Primera Guerra Mundial, en medio de centenares de cláusulas relativas a asignación de territorios, reparaciones, armamentos, navegación y prisioneros, el Tratado de Paz de Versalles, se crearon la Sociedad de la Naciones y la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
Pero, en el fondo, se afirmaba la premisa de que la paz no puede ser fundada en las armas y las guerras, sino en la justicia social. La injusticia, la miseria y las privaciones, engendran un tal descontento que la paz y la armonía universales son puestas en peligro. Generar condiciones de trabajo igualitarias y dignas era y es el primer y esencial fundamento para el proyecto de un nuevo mundo.
Pronto, la Sociedad de las Naciones se hundió con la Segunda Guerra Mundial porque se retornó al recurso de la injusticia, la muerte, el genocidio, el sometimiento y la violencia.
Pero aun antes de que dejaran de precipitarse las bombas sobre buena parte del mundo, la OIT volvía a proponer una solución justa y social antes que violenta. En la ciudad de Filadelfia –que había producido la Carta de Derechos de 1791, esencial en la historia de derechos humanos–, se lanzó en 1944 la Declaración de los fines y objetivos de la OIT.
El alma de Filadelfia se materializó y amplió cuatro años después, en 1948, cuando se aprobó la Declaración Universal de Derechos Humanos. Fue un 10 de diciembre de 1948 en París cuando la Asamblea General de la ONU, la aprobó con 48 votos a favor y las 8 abstenciones de la Unión Soviética.
En esa declaración se fusionó en un mismo instrumento jurídico la ética, la moral y los valores fundamentales de los seres humanos con el derecho o la norma.
Se colocó a la igualdad y dignidad como “principia máxima” portable y exigible por cada uno de los seres humanos de este mundo. Pero en esa arquitectura, como se intentó en Versalles, los derechos humanos más elementales, así como los políticos, se deben integrar con los de naturaleza social y económica.
Es por eso que en la declaración de 1948, los derechos laborales y de la seguridad social pasaron a formar parte de los derechos humanos universales.
Ahora bien, de ese máximo podio jurídico podrían considerarse excluidos 277 millones las personas que 2018 emigran por el mundo; también un 60 por ciento de los trabajadores que son informales o se encuentran sin trabajo; los que poseen modalidades de contratación desreguladas o librados a su propia suerte frente al otorgamiento de trabajo por plataformas algorítmicas que ignoran lo elemental del Derecho del Trabajo.
En siniestros laborales, mueren 2,78 millones de trabajadores por año, una catástrofe comparable con las peores guerras mundiales.
La eficacia y cumplimiento concreto de las normas supra ordenadas o aun estatutarias resta credo a la vigencia de los derechos humanos laborales.
Podría decirse que el mundo sigue siendo una porquería, también en 2000.
Pero hay derechos reconocidos y positivizados para ser garantizados y exigidos. Ocurre de forma lenta, progresiva, tortuosa y vacilante, pero sobre la base de valores, principios y reglas que hoy, como en ninguna otra era, alcanza al mundo entero.
Existe el recurso jurídico inédito dentro de la historia en que, aparte de Naciones Unidas o el Sistema Interamericano de Derechos Humanos, la OIT, al cumplir un siglo, continúan expandiendo.
En suma, la Declaración Universal de Derechos Humanos contiene lo esencial y necesario. Su letra tiene hoy plena y absoluta vigencia. Pero se puede contribuir recrear y profundizar los espíritus e ideas de 1918, 1944 y 1948.
Acompañar, fortalecer y acelerar la marcha de la conciencia humana en lo social como clave de la construcción de la paz y la justicia universal traducida en normas jurídicas, con una Declaración Universal de Derechos Humanos Laborales.
* Doctor en derecho y ciencias sociales (UNC)
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